
Hacia un mundo sin plásticos
Por Begoña Calzón
Ingerimos plástico en proporciones variables en el pescado y marisco, pero también por la sal, los cultivos y el agua. La pesca del Mediterráneo está mucho más contaminada que la de otras aguas. En Estados Unidos, el agua del grifo lo está más que en Europa. En la sal no hay escapatoria, pues toda la que consumimos en España contiene partículas de este derivado del petróleo, los “microplásticos”, neologismo que la Fundéu eligió como palabra del año 2018. Incluso antes de que nos preocuparan sus posibles consecuencias para nuestra salud, ya lo hacían los vertidos incontrolados en el medio natural. Hay soluciones a la vista, algunas sofisticadas, aunque quizá los gestos más sencillos podrían marcar la diferencia.
El plástico es ya tan abundante que, siguiendo los ingeniosos cálculos de la Universidad de Leicester (Reino Unido), si lo convirtiéramos en una película de papel film, podríamos ya envolver con él La Tierra. Su apariencia transparente es un gusto de nuestro tiempo, pues su inventor, el estadounidense John W. Hyatt, lo ideó en 1868 para imitar al marfil, que ya escaseaba. Lo llamó “celuloide”.
Un material que nació con un espíritu tan noble y tiene tantas propiedades higiénicas, ahora nos trae de cabeza, precisamente por su resistencia. Entre otros problemas, sus residuos incontrolados contaminan desde las simas más profundas a la cima del Everest. De hecho, ya forman parte de los sedimentos geológicos, por lo que muchos científicos defienden que el plástico caracteriza una nueva era geológica, la del Antropoceno.
Aunque el plástico ofrece aplicaciones básicas y económicas para la sociedad, incluida la higiene y la ayuda al desarrollo, como el proyecto Agua para la Amazonia peruana, de la Fundación Aquae, lo cierto es que también genera amenazas.

Acumulación de plásticos en Guardamar del Segura (Alicante).
Alba García, responsable de la campaña “Maldito Plástico” de Greenpeace en España, explica por qué ésta se ha enfocado en los envases de un solo uso: “Suponen el 40% del total de la producción mundial de este material, pero solo se recicla un 9%, porque todo plástico que haya estado en contacto con alimentos no se puede reciclar. Así que un 79% acaban en el vertedero y el resto, en las incineradoras o se tiran al medio ambiente”. Por ejemplo, la típica botella de PET (hasta la fecha el más reciclable de los polímeros) con restos de refresco se rechaza en la planta de reciclaje, y en el vertedero tarda 700 años en degradarse, solo 300 años menos que otros polímeros. En el mundo entero no se recicla ni un tercio de estos envases.
En la Unión Europea (UE) las cifras parecen mejores, y aun así no dejan de impresionar: según datos consolidados de Eurostat para 2016, cada ciudadano genera 170 kilos de basura al año solo en envases y envoltorios. A España le corresponde la décima parte de estos desechos.
En los últimos diez años, sorprende lo mucho que han aumentado los residuos de papel y cartón, seguidos de los de plástico, lo que se atribuye al auge del comercio electrónico, amén de que Europa es el segundo productor mundial de este material, por detrás de China. En conjunto, consigue recuperar más de dos terceras partes de estos materiales, y de ello se recicla casi otro tanto (67%). En concreto, de los plásticos que se depositan para su reciclaje, se consigue recuperar menos de la mitad (42%), y España se sitúa en torno a la media.
Alba García señala que “el problema no solo se arregla con acciones de limpieza en los ecosistemas, como se ha puesto de moda, porque al día siguiente los residuos vuelven a acumularse en el mismo lugar”. Para esta activista ni siquiera se arregla con el movimiento de los llamados plasticarianos, que evitan su consumo –y al que se están sumando algunas grandes empresas–, “sino con la necesaria corresponsabilidad de los fabricantes”.

Agua para la Amazonia peruana
Soluciones sofisticadas
Coincide en este extremo Alicia García-Franco, directora general de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER): “Las Administraciones Públicas, los fabricantes y la industria del reciclaje han de ir de la mano”. Subraya, como prueba de la implicación de la industria europea del reciclaje, que, dentro de la Confederación (EuRIC) se ha creado una división de plásticos, cuya principal propuesta pasa por tener en cuenta todo el ciclo de vida del producto antes de fabricarlo. “El ecodiseño es crucial”, afirma, porque permitirá evitar residuos plásticos de difícil reciclaje, como las mezclas de plástico complejas que se dan en algunos muebles de exterior. “Sobre éstos es donde se requiere una actuación urgente y firme de las autoridades europeas: si no se pueden reciclar, no deberían formar parte de un producto”, sostiene García-Franco, que está en contra de “demonizar” este material.
No obstante, también es harto difícil reciclar los polímeros que aparecen mezclados con otros materiales, como el aluminio en los envases de tetra brik, yogures o blíster de medicamentos.
España genera la décima parte de los desechos de envases y embalajes de la UE y, según Greenpeace, es el segundo país que más contamina el Mediterráneo, tras Turquía
La directora general de FER añade que, tras esta medida preventiva, sería conveniente “apostar por un mercado de productos de plástico reciclado”. La imposibilidad de hacer un producto 100% de plástico reciclado ha sido el principal argumento en contra, pues, para conseguir mantener las propiedades originales del polímero, debe añadirse una cierta proporción de resina virgen. Sin embargo, la revista Science se ha hecho ahora eco de un gran hallazgo del Laboratorio de Berkeley (EE UU): la fórmula de un polímero que puede reciclarse de forma indefinida, al que llaman polidicetoenamina (PDK).
La diferencia entre una o 3R
En todo caso, un mercado de plástico reciclado requiere de sistemas de depósito (caso de España) o bien de depósito, reutilización y retorno (SDDR), una solución más ambiciosa que se está ensayando en Navarra, en el marco de su nueva Ley de residuos. Alba García aplaude esta iniciativa foral por “su compromiso con las 3R de la economía circular, pues en España nos enfocamos en reciclar y nos olvidamos de reducir y reutilizar”. En cambio, denuncia que “el modelo de SDR de algunos países nórdicos es de paripé, porque lo único que persigue es conseguir en origen una buena calidad de los materiales que se destinan al reciclaje”.
Por lo pronto, a escala nacional solo contamos con sistemas de depósito, que para los residuos de origen industrial gestiona la asociación Cicloplast, mientras que Ecoembes se encarga de los de origen doméstico, que depositamos en el popular contenedor amarillo.
Ecoembes informa que, en 2018, se reciclaron 8 de cada 10 envases depositados, gracias a una mayor concienciación ciudadana, pero también por más facilidades cercanas a los domicilios. Pero las organizaciones ecologistas apuntan las limitaciones técnicas de las plantas de reciclaje. Alba García aduce que los trommel (que seleccionan mecánicamente los residuos) “desechan todo lo que midan menos de 10 cm. y no detectan los plásticos traslúcidos ni los que tienen ciertos pigmentos, como las típicas bandejas negras en las que se vende la fruta”.

Reciclador de plásticos de Ecoembes en Sevilla.
¿Hay soluciones sencillas?
Entre tanto, defiende que “hay soluciones sencillas que se pueden implementar ya, como retirar las bolsas de un solo uso en los supermercados (incluidas las de papel), y, sin embargo, el sector se inclina por soluciones mucho menos efectivas”, como ofrecer bolsas de materiales compostables o biodegradables o bien bolsas reutilizables para llevar la fruta y verdura.
Más sencillo si cabe, según García, sería que se vendieran la fruta, la verdura e incluso las legumbres, cereales, el agua, zumos y refrescos exclusivamente a granel. “Se escudan en la higiene o evitar el desperdicio alimentario, pero –afirma– son falsas excusas, porque un informe de Amigos de la Tierra ha demostrado que la venta de productos frescos envasados fomenta que compremos más de lo necesario”.
Esta presentación ahorra tiempo en la compra, si bien la comodidad tiene un precio, el más evidente, la imagen de que una parte de los 50 millones de botellas PET que se ponen en circulación cada día acaben acumuladas en las playas, desembocaduras de ríos y otros parajes. Y de ahí que Bruselas se planteara imponer un impuesto al consumo de plástico, bien sobre los consumidores finales o bien sobre los fabricantes. Tras unos meses de inquietud, de momento ha descartado la medida tras comprobar que todos —incluidos los ecologistas— coinciden en que ello no solucionaría el problema.

Lidl ha lanzado en Alemania bolsas lavables y reutilizables.
El mar de plástico
Cada año, se calcula que unas 8 millones de toneladas de basura plástica terminan a la deriva en los océanos. Ello equivale a cinco bolsas repletas por cada 30 cm. de costa, según el reciente informe de la Universidad británica de Newcastle, que sostiene que no quedan aguas abiertas libres de plásticos. Cosa que corrobora el descubrimiento este mes de mayo de una bolsa de caramelos a casi 11 km. de profundidad, en la sima de la Fosa de las Marianas del Pacífico. De seguir así lo que tiene por seguro es que, para mediados de siglo, habrá más plástico que peces en aguas abiertas.
Los llamados macroplásticos (como las bolsas, redes de pesca o botellas) a menudo se enredan entre ellos y forman balsas o islas de varios metros de eslora, en las que a menudo acaban atrapados y asfixiados mamíferos –como cachalotes y delfines–, tortugas, aves marinas o fauna sésil, como los corales. Para conseguir recogerlas, el holandés Boyan Slat ha creado una barrera artificial que se colocaría aprovechando las propias corrientes marinas.
Cuando estos residuos se desmenuzan en partículas de menos de 5 milímetros hablamos de microplásticos, aparte de los que contienen productos como los cosméticos y dentífricos, cuyo uso ya han limitado Francia y el Reino Unido. Se ha demostrado que cientos de especies (incluidas muchas comerciales, desde las sardinas y los moluscos bivalvos, pasando por el pez espada, el atún rojo o el bonito) los filtran cuando no directamente ingieren, intoxicando la cadena alimentaria.
Mikel de Pablo, responsable de Proyectos de la Fundación Aquae: “Las aguas residuales son un factor clave en la distribución de los microplásticos”
Greeenpeace incide en que entre un 21% y un 54% de microplásticos (las partículas de menos de 5 milímetros) se hallan en la cuenca del Mediterráneo. Además, aquí el 95% de los residuos son plásticos; porcentaje que en otras aguas disminuye a cotas de entre el 60% y el 80%. De forma que, en el Mare Nostrum, podemos encontrar un fragmento cada 4 m2. Estos cálculos han sido corroborados por el Fondo Mundial para la Naturaleza-WWF, que denuncia que España arroja 126 toneladas de plásticos al mar cada día, por lo que es el segundo país que más lo contamina, tras Turquía.
Cierto que en ello tiene mucho que ver que somos el segundo destino favorito para los turistas internacionales del mundo. En cuanto a nuestras playas, si bien el 72% de la basura son plásticos, en las costas del Este de Italia se elevan en nueve puntos porcentuales. La presión turística es una problemática compartida por toda la cuenca, a la que se añade la demográfica, pues en estas orillas reside el 7% de la población mundial.
Pero no solo por los peces y la sal ingerimos microplásticos los humanos. Mikel de Pablo, responsable de Proyectos de la Fundación Aquae –que impulsa diversas iniciativas contra el cambio climático– pone de relieve toda la transcendencia del fenómeno: “Según un estudio en Alemania a finales de 2017, entre el 80% y el 90% de las partículas de plástico contenidas en las aguas residuales (como las fibras de las prendas de vestir), persisten en los lodos de estas aguas, que luego suelen aplicarse como fertilizante, lo que significa que varios miles de toneladas de microplásticos acaban cada año en nuestros cultivos”.
Alba García argumenta que “mientras no haya otra solución, los fabricantes de lavadoras y secadoras deberían instalar filtros”, aunque no hay filtro capaz de retener todas las microfibras.