14 marzo, 2008

Museos aeronáuticos del mundo: una ventana al pasado, presente y futuro de la aviación

Laura Ordóñez
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Aeronaves históricas originales -el autogiro La Cierva C-19, el Air Force One de Kennedy o el primer prototipo del Concorde-, motores, uniformes, planos de vuelo, equipos de navegación, insignias, fotografías, banderas o maquetas conforman un elocuente testimonio de la historia de la aviación que los mejores museos aeronáuticos del mundo acogen en sus salas y hangares.

 

«El avión es sólo una máquina, pero ¡qué invento tan maravilloso!, ¡qué magnífico instrumento de análisis que nos descubre la verdadera faz de la Tierra!». Esta entusiasta frase pertenece a Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito y experimentado aviador que, desde que recibió el bautismo del aire en 1912, no paró de volar hasta su muerte en 1944, cuando en un vuelo de reconocimiento por el sur de Francia, su avión fue derribado por fuerzas alemanas. La pasión del novelista francés es un sentimiento común a todos los amantes del medio de transporte más revolucionario de la Historia, que encuentran en los museos aeronáuticos el escenario ideal para dejarse envolver por ella.


Entre los cerca de 200 museos aeronáuticos que funcionan en el mundo, el Museo del Aire de Madrid se sitúa entre los cinco mejores. Considerado un organismo del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire, este museo abrió sus puertas en mayo de 1981 con motivo de la festividad de las Fuerzas Armadas. Más de 48.000 personas visitaron en 2007 esta colección localizada en el Aeropuerto de Madrid-Cuatro Vientos.

Museo del Aire de Madrid

Zona exterior del Museo del Aire de Cuatro Vientos en Madrid.

Los “abuelos” de los aires en Madrid

De las 4.883 piezas que posee el museo, el 80% de ellas se encuentran expuestas. En total, se muestran más de 100 aviones,  23 aparatos de ala giratoria y 14 planeadores. “Por su importancia histórica y numérica, sobresale la colección de aeronaves, integrada por más de 100 piezas, y la de motores, con más de 200 diferentes”, explican fuentes del Museo del Aire.
Entre las joyas del museo destacan el Vilanova-Acedo, la aeronave original más antigua (1911) construida y conservada en España; el Breguet XIX  ‘Jesús del Gran Poder’,  el único ejemplar que se conserva en el mundo y que protagonizó en 1929 el gran vuelo histórico entre Sevilla y Bahía (Brasil); el Heinkel He-111E, el único avión original de este modelo que sirvió durante la guerra con la Legión Cóndor, y el autogiro La Cierva C-19, la aeronave original diseñada y fabricada por el Ingeniero Juan de La Cierva.

Sus instalaciones también acogen aviones históricos como el bimotor De Havilland ‘Dragon Rapide’ de 1934, con el que Franco viajó de Canarias a Tetuán para ponerse al frente de las tropas sublevadas de Marruecos en la antesala de la Guerra Civil española, y el Dornier Do J Wal ‘Plus Ultra’ de 1926, que protagonizó el primer raid (incursión militar aérea) de la aviación española, además de ser el primero en cruzar en solitario el Atlántico Sur, al volar desde Palos (Huelva) a Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires.

Entre reactores, cazas, aviones de acrobacia, planeadores, autogiros, simuladores de vuelo, uniformes y motores, destaca un espacio dedicado a las aeronaves utilizadas por la familia real española. Así, se expone el ‘Augusta Bell’ de 1945, un helicóptero utilizado para la observación y evacuación sanitaria que ha sido el único que S.M. el Rey Don Juan Carlos ha pilotado solo, durante su aprendizaje en el XXV Curso de Pilotos en 1969, y el Beech T-34 Mentor (1945), un biplaza de entrenamiento básico en el que S.A.R. el Príncipe de Asturias realizó su primer vuelo en solitario.

“Una de las características que más atrae a los visitantes -señalan desde el museo- es la posibilidad de pasear muy cerca de los aviones e, incluso, de tocarlos y acceder a alguno de ellos”. 

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Réplica del autogiro de Juan de la Cierva en el Museo del Aire de Madrid.

Aviones históricos en vuelo
Para los que prefieran disfrutar de los aviones en funcionamiento sin salir de España, la Fundación Infante de Orleans (www.fio.es), que tiene su centro de operaciones en el Aeropuerto de Madrid-Cuatro Vientos, acoge una colección de aviones históricos en vuelo cuyo origen se remonta a 1984, cuando un grupo de aficionados creó la Sección de Aviones Históricos del Aeroclub J. L. Aresti. Para consolidar esta iniciativa, en 1989 se constituyó la fundación, que no abrió sus puertas hasta un año después, con cuatro objetivos principales: adquirir aviones históricos, restaurarlos y conservarlos en condiciones de vuelo, y difundir la cultura aeronáutica española.

Actualmente, su colección cuenta con 23 ejemplares en perfectas condiciones de vuelo de 17 modelos diferentes, que abarcan 60 años de la historia de la aviación española. Para la restauración de las aeronaves, los mecánicos de la FIO emplean técnicas prácticamente olvidadas, cómo la carpintería aeronáutica o el entelado, y utilizan productos antiguos como Novavia, un barniz tensor e impermeabilizante usado desde los inicios de la aeronáutica.

La Fundación Infante de Orleans ha institucionalizado el primer domingo de cada mes -excepto enero y agosto- para que toda la colección salga a volar, poblando el cielo de Madrid de siluetas y ruidos de motores caídos en el olvido. Todos los aficionados que lo deseen pueden disfrutar de estas jornadas de exhibición en vuelo mediante una donación de 5 euros, que se destinan a la conservación de las piezas expuestas.

La fundación, que eligió la figura del Infante Don Alfonso de Orleáns y Borbón -abuelo de S.M. Don Juan Carlos I- por sus notables cualidades humanas y su condición de pionero de la aviación española, cuenta con un nutrido grupo de entidades patrocinadoras, entre las que se encuentran el Grupo Iberia, la Comunidad de Madrid, Repsol, la Fundación Aena o el Ayuntamiento de Getafe.

Museo Le Bourget

Museo Le Bourget.

Museo de la Fuerza Aérea Real de Cosford

La destreza y valentía que los cazas británicos de la Fuerza Aérea Real (RAF) demostraron en 1940 durante la llamada ‘Batalla de Inglaterra’ contra la flamante Luftwaffe, con el comandante supremo Göring al frente, impulsó la famosa frase del primer ministro británico de la época, Winston Churchill: «Nunca antes en el campo de los conflictos humanos tantos debieron tanto a tan pocos».

A lo largo de la Historia, el Reino Unido ha destacado como una gran potencia aérea, un legado que se refleja en los diez museos aeronáuticos que pueblan el país, entre los que destaca el Museo de la Fuerza Aérea Real de Cosford (www.rafmuseum.org) que, con más de 160 aviones expuestos en esta región de Londres, constituye una de las mejores colecciones de aviación militar del mundo.

Este museo abrió sus puertas en mayo de 1979 como una colección de aviones históricos procedente del inventario de la Fuerza Aérea Real del Reino Unido a la que, con el tiempo, se fueron añadiendo otros aviones de la RAF dispersos por todo el país. Los fideicomisarios asumieron la dirección de la colección, tras alcanzar un acuerdo con el Ministerio de Defensa, por el que ésta se independizaba del Museo de la RAF de Hendon (Londres). El volumen de las piezas continuó creciendo hasta que en 1998 se convirtió en el Museo de la Fuerza Aérea Real de Cosford.

Esta colección cuenta con 70 aviones históricos, dispuestos en la galería de la Guerra Fría y en tres hangares, así como con vehículos militares, motores, misiles, fotografías y uniformes. “Con una inversión de 15,7 millones de euros, en febrero de 2007 se inauguró el proyecto más reseñable del museo: la exposición de la Guerra Fría. En este espacio los visitantes pueden admirar los aviones suspendidos del techo en el interior de un espectacular edificio”, señala Michelle Worthington, del departamento de marketing del museo.

La colección de Cosford es la única del mundo que alberga tres bombarderos británicos V -Vulcan, Victor y Valiant- y el aparato Spitfire de mayor antigüedad. Este caza monoplaza británico se utilizó principalmente en la RAF y en otros países aliados durante la Segunda Guerra Mundial y la década de los 50. “La pieza más valiosa del museo es la ‘Spy Stone’ (“Piedra Espía”), que fue empleada para colocar cámaras espía en embajadas extranjeras o hacer llegar información confidencial a otros espías”, destaca Worthington.

En 2007 más de 350.000 personas visitaron este museo, en cuyas exposiciones se puede participar mediante un centro de pruebas, puestos interactivos y paseos en simulador. La mayoría de los visitantes proceden de las áreas de Shropshire, Staffordshire y West Midlands, aunque también se registran visitas de turistas de todo el Reino Unido y del resto del mundo. 

 

Le Bourget, el decano de los museos

Considerado el museo de la aviación más antiguo del mundo, el Museo del Aire y el Espacio de París se levanta en el Aeropuerto de París-Le Bourget, a sólo diez minutos de la capital francesa. Dependiente del Ministerio de Defensa francés, el museo es visitado anualmente por unas 300.000 personas.

Sus inicios se remontan a 1919, cuando el Jefe del Servicio Aeronáutico Albert Caquot propuso al Ministro de la Guerra crear un museo aeronáutico. La primera colección, que se agrupó en diferentes cobertizos en Chalais-Meudon, se inauguró en 1921. Al no disponer de suficiente espacio para mostrar la colección completa, en 1973 se construyó el nuevo aeropuerto Charles de Gaulle de París y el aeropuerto de Le Bourget empezó a utilizarse exclusivamente para viajes de negocios. De esta forma, varios edificios quedaron libres, por lo que a partir de ese momento alojaron el Museo del Aire y el Espacio, que abrió sus puertas al público en 1975.

En el espacio dedicado a Antoine de Saint-Exupéry en el Museo del Aire y el Espacio de Le Bourget-París se exponen piezas del avión en el que este experimentado piloto y “padre” de ‘El principito’ perdió la vida en 1944.

Yasmina Rakovsky, de la División de Comunicación del museo, explica que “Le Bourget expone, en una superficie de 53.000 Metros cuadrados, 350 aviones originales, una colección de 1.000 motores y 1.000 maquetas, más de un millón de fotografías y películas, un millón de publicaciones, 100.000 libros y posters y curiosos elementos, como soldaditos de plomo, uniformes o instrumentos de navegación”.

Todos los aviones expuestos en el Museo del Aire y el Espacio de París son originales. Algunas de sus aeronaves estrella son el ‘Vieux-Charles’ (“Viejo Charles”), un SPAD VII NºS254 que el experimentado piloto Guynemer utilizó durante la Primera Guerra Mundial, o el ‘Demoiselle’, un monoplano muy pequeño -5 metros de longitud-, precursor de las avionetas y ultraligeros de uso civil, con el que el brasileño Alberto Santos-Dumont sentó las bases de la aviación popular. También sobresalen el monoplano ‘Antoinette’, de gran envergadura, estilizada figura y con una cola similar a la de un pájaro; el ‘Farman Goliat’, que en 1919 realizó la primera conexión comercial entre París y Londres; el único caza ruso Yak 3 que se conserva en el mundo; dos aviones Concorde -el prototipo 001 y el ‘Sierra Delta’, el último Concorde que sobrevoló Francia- y una cápsula espacial Soyouz T6, que el cosmonauta francés Jean-Louip Chrétien utilizó en 1982.

En el espacio dedicado a Antoine de Saint-Exupéry se exponen piezas del avión en el que este experimentado piloto y “padre” de ‘El principito’ perdió la vida en 1944. El destrozado fuselaje de este aparato no se encontró hasta 2003, en el fondo del mar al sur de Marsella, donde también se recuperó un brazalete que rezaba “Saint-Ex”, como cariñosamente lo llamaban sus amigos.

Museo Le Bourget

Museo Le Bourget.

Reliquia nazi en Berlín-Gatow

En el antiguo aeropuerto militar Berlín-Gatow, en la periferia de la capital alemana, se levanta el Museo de la Fuerza Aérea del Ejército de la RFA (www.luftwaffenmuseum.de), que está dividido en dos pistas de rodaje, varios hangares y el edificio de control.

Entre 1934-1935, tras la victoria de Adolf Hitler en las elecciones generales, se construyó este aeropuerto para servir de academia de vuelo a los oficiales y técnicos nazis de la Luftwaffe. Así, Berlín-Gatow se convirtió en una de las cuatro escuelas de combate aéreo y entrenamiento técnico del Tercer Reich. En septiembre de 1994, las Fuerzas Armadas de la Alemania Federal se hicieron finalmente con su control.

En las instalaciones del museo se muestran aviones de fabricación alemana y aparatos extranjeros. Entre los primeros, despunta el Fokker Dr.1 Dreidecker, un monoplaza de caza y reconocimiento utilizado durante la Primera Guerra Mundial por Manfred von Richthoffen, conocido como el ‘Barón Rojo’; y el Me-163 Komet, el avión más extraño que se vio en acción durante la Segunda Guerra Mundial gracias a un diseño futurista de fuselaje corto y achaparrado y alas echadas hacia atrás.
Entre las aeronaves extranjeras destacan el Mikoyan Gurevich MiG-15bis, el primer caza a reacción soviético construido en serie; y el Dassault Super Mystere B2, un avión francés que ostenta el título de ser el primer supersónico fabricado en Europa occidental.

 

El avión que “escupió” la bomba atómica

En la capital de Estados Unidos, Washington D.C., se levanta el complejo de museos más grande del mundo: el Instituto Smithsoniano. En esta conglomeración de dieciséis parques y edificios, se encuentra el Museo Nacional del Aire y el Espacio (www.nasm.si.edu), que acoge la colección histórica de aviones y aeronaves espaciales más grande del mundo.

Inaugurado en julio de 1976, el NASM dispone de dos zonas de exposición: el edificio del National Mall -situado en el centro de Washington, D.C.- y el Centro Steven F. Udvar-Hazy –localizado en el Aeropuerto Internacional Washington Dulles en el norte de Virginia-, en el que las piezas se exhiben en un entorno abierto.

Según indica Isabel Lara, responsable de Prensa del NASM, “en el National Mall, donde sólo se expone el 10% de la colección, la estrella del museo es la aeronave original Wright Flyer, que en 1903 los hermanos Orville y Wilbur pilotaron durante 59 segundos, recorriendo una distancia de 260 metros, en el primer vuelo a motor prolongado y verificado de la historia de la aviación”. También sobresalen el ‘Espíritu de St. Louis’, el primer avión en realizar un vuelo transatlántico desde Nueva York a París, y el módulo de comando ‘Columbia’ de la nave Apolo 11, así como las cápsulas espaciales Mercury y Gemini y un trozo de roca lunar que los visitantes pueden tocar durante su visita.

El Museo Nacional de la Fuerza Aérea de EE.UU. acoge el ‘Air Force One’, un Boeing 707 en el que se trasladó el cadáver del Presidente Kennedy desde Dallas a Washington D.C. y que sirvió de escenario para la toma de posesión del Presidente Johnson.

En las instalaciones del Centro Steven F. Udvar-Hazy se expone la mayor parte de la colección de este museo, incluyendo el avión espía Lockheed SR-71 ‘Pájaro Negro’, el primer transbordador espacial ‘Enterprise’ y el Boeing B-29 Superfortress ‘Enola Gay’, que desgraciadamente se hizo famoso el 6 de agosto de 1945 por lanzar la primera bomba atómica de la Historia -‘Little Boy’- sobre la ciudad japonesa de Hiroshima.
“Más de ocho millones de turistas visitan cada año el edificio del National Mall y alrededor de un millón acude al Centro Udvar-Hazy”, señala Lara.

Aviones presidenciales
Sin abandonar Estados Unidos, en Wright-Patterson (Ohio) nos topamos con otro de los mejores museos de aviación del mundo: el Museo Nacional de la Fuerza Aérea de EE.UU. (www.nationalmuseum.af.mil).

Según explica Sarah Swan, de la División de Relaciones Públicas del museo, “en una superficie cubierta de 69.000 metros cuadrados se expone la colección de aviones militares más antigua y más grande del mundo, con más de 400 aeronaves y vehículos aeroespaciales”.

El museo, que cada año recibe la visita de más de un millón de personas, está dividido en cinco galerías que narran cinco etapas claves en la historia de la aviación militar norteamericana: la era de los inicios, la era de la potencia aérea, la aviación moderna, la Guerra Fría y la era de los misiles. La primera sala incluye aeronaves emblemáticas como un Caprioni Ca 36, un bombardero MB-2 o un SPAD XIII, un caza monoplaza de la Primera Guerra Mundial, del que se llegaron a montar cerca de 8.500 unidades. En la Galería de la Potencia Aérea los visitantes pueden observar en exhibición un escuadrón del General Doolittle rodeando a un B-25B y el ‘Bockscar’ B-29, que lanzó la segunda bomba atómica de la Historia sobre la ciudad nipona de Nagasaki el 9 de agosto de 1945.

Asimismo, se exponen aviones como el F-86A, el F-105G y el voluminoso B-52 en la Galería de la Aviación Moderna, donde se narra la intervención de la Fuerza Aérea norteamericana en las guerras de Corea y Vietnam. “En este espacio se pueden admirar aeronaves espectaculares como un prototipo del F/A-22 Raptor y aviones sin tripulación como el Predator o el Global Hawk”, destaca Swan. 

Por su parte, la Galería de la Guerra Fría hospeda imponentes aviones, como el bombardero B-36J y el RB-47, el bombardero antirradares F-117, el A-10 ‘Warthog’, el F-15, un F-16 con los colores del Thunderbird de la Fuerza Aérea de los EE.UU. y el bombardero antirradares B-52.

“Una mención especial merece la colección de nueve aviones presidenciales –resalta Sarah Swan-, en la que los visitantes pueden explorar el ‘Sacred Cow’, un C-54C utilizado por Roosevelt; el ‘Independence’, un VC-118 usado por Harry Truman; y el ‘Columbine III’, un VC-121E empleado por Eisenhower”. El más popular de todos es el ‘Air Force One’, un VC-137C conocido como SAM (Misión Aérea Especial) 26000. Este Boeing 707 trasladó el cadáver del Presidente Kennedy desde Dallas a Washington D.C. y sirvió de escenario para la toma de posesión del Presidente Johnson. 

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National Air Museum USA 1 – Restauración en las instalaciones Garber. Técnicos especialistas del Nacional Air and Space Museum de Washington están ensamblando piezas del Boeing FB-5. ©Smithsonian Institution

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