La integración de los Aeropuertos en su entorno
Eva CerveraLa vinculación del aeropuerto con el espacio en que se ubica, conectando con él hasta llegar a formar parte del mismo como elemento integrador, es un reto al que se trata de dar respuesta desde diferentes frentes. El éxito de una plataforma, más allá de por su funcionalidad, viene hoy determinado en gran medida por el grado de fusión alcanzado con su hábitat. Siendo la primera visión y referencia que se tiene de cualquier lugar, su puerta de acceso, el primer elemento de valoración, que un aeropuerto remita a la cultura y naturaleza del territorio que lo alberga parece casi obligatorio.
Pero la importancia dada a esta consideración es relativamente moderna. Desde el punto de vista arquitectónico y con escasas excepciones, durante décadas las terminales de todo el mundo se caracterizaron por su carácter neutro e indiferenciado, meras plataformas para el transporte regidas por la uniformidad. Habrá que esperar a la década de los 80, y a la demanda que vino generada por la creciente expansión y masificación del transporte aéreo, para encontrar detrás de los más importantes proyectos aeroportuarios la firma y renovada percepción de espacios de los grandes de la arquitectura, que vendrán a poner fin a la globalización estilística de los años precedentes. Lejos ya de viejas pautas, arquitectos como Norman Foster, Helmut Jahn o Renzo Piano entre otros, conciben las terminales como edificios multifuncionales, dotándolos de personalidad y entidad propia. Son estructuras en las que se van a dar la mano múltiples conceptos: estética, funcionalidad, tecnología, sostenibilidad, integración…
En España, es en la segunda mitad de la década de los 80 cuando se inicia el plan de renovación aeroportuario que se prolonga hasta nuestros días. Barcelona, Sevilla, Bilbao, Málaga, Las Palmas de Gran Canaria, Mallorca o Madrid son ciudades en cuyos aeropuertos arquitectos como Santiago Calatrava, Ricardo Bofill, Rafael Moneo o Richard Rogers y Lamela dejarán su impronta, en la mayor parte de los casos sobre la base de antiguas construcciones. Proyectos, hoy hechos realidad, adaptados a diferentes alcances y expectativas y a la subjetividad de cada autor, pero en los que encontraremos un común denominador: el deseo de integración en el entorno, incorporando a la arquitectura aeroportuaria valores culturales, tecnológicos, medioambientales, sociológicos o paisajísticos
¿Cómo se integra un aeropuerto en su entorno?
El concepto de integración referido a un aeropuerto abarca consideraciones de distinto tipo encaminadas todas ellas a lograr que éste forme parte íntegra del espacio en que está emplazado. En mi opinión las premisas básicas a tener en cuenta para lograr la perfecta integración son: la armonización paisajística, que responde a valores estéticos y culturales, la sostenibilidad medioambiental y la proyección de la estructura como centro de comunicaciones, conectando con otros medios de transporte.
Estas premisas, sin embargo, no están siempre presentes en igual proporción. Así, la inspiración y fusión con el entorno como concepto integrador del aeropuerto en su ubicación, que además de consideraciones paisajísticas lleva implícita la reinterpretación y asimilación de elementos de la cultura local, no siempre es visible en el diseño de las terminales, o bien están presentes en menor grado que otras pautas. En ocasiones los grandes edificios terminales han impuesto por sí mismos un nuevo paisaje, a veces en medio de la nada, terminando por convertirse en signos distintivos de su territorio. La Terminal T4 del aeropuerto de Madrid Barajas, obra del estudio de arquitectura español Estudio Lamela y el británico Richard Rogers Partnership y las Initec y TPS, es probablemente el mejor y más reciento ejemplo de ello en nuestro país.
Por tanto, mientras la integración paisajística de algunas terminales resulta evidente, dotando al edificio de particularidades que lo vinculan estrechamente y de manera palpable con su ubicación, siendo casi imposible imaginarlo en otro punto del planeta que no fuera el que ocupa, en otros casos la armonización con el entorno responde a cánones menos aparentes y ese arraigo resulta más complicado de detectar. Interactuar con el paisaje se consigue recurriendo, entre otros recursos, al uso de materiales, colores y tonos ligados a la naturaleza y de igual modo puede lograrse trasladando o reinterpretando las tradiciones constructivas locales. Pensemos en los edificios terminales de los aeropuertos de La Gomera, El Hierro o La Palma. Podrían definirse como aeropuertos perfectamente integrados desde el punto de vista paisajístico y cultural. Tanto la selección de materiales utilizados en la construcción, donde la piedra y la madera cobran especial protagonismo, como la sencillez de las formas, en línea con la tradición arquitectónica local, el ajardinamiento, recurriendo a especies autóctonas o la inspiración en la cultura tradicional canaria son patentes en estas terminales. El de La Palma, por ejemplo, reproduce literalmente en su fachada un balcón típico canario. Son pequeñas y armónicas edificaciones que lejos de resultar agresivas o distorsionantes en medio de un paisaje cargado de connotaciones muy particulares forman parte del mismo y lo enriquecen.
Ahora bien, si nos detenemos a contemplar otros aeropuertos de nuestro país de mayor envergadura, como el de Bilbao, Sevilla, el nuevo área terminal del Aeropuerto de Madrid Barajas, el de Barcelona o incluso instalaciones insulares como las de de Palma de Mallorca, Gran Canaria o las de Tenerife, por poner algunos ejemplos, habrá de deducirse que si la integración paisajística se logra en los términos que ejemplificaban el caso de los tres pequeños aeropuertos canarios, la práctica totalidad del resto de los del país apenas reuniría requisitos como para definirlos integrados en su entorno.
Pero no es así, lo cierto es que en la armonización con el entorno de estas construcciones se recurre a otros recursos, menos obvios sin duda, pero igualmente presentes. Interactúan con el paisaje dejándolo penetrar a través de fachadas acristaladas, de cubiertas vegetales, de lucernarios, introduciendo en su interior elementos de la vegetación local, adaptando su diseño a la orografía del territorio en que se asientan, etc. Podemos encontrar algunos de estos recursos en aeropuertos como el de Barcelona, por ejemplo, donde la luz del Mediterráneo penetra a través de grandes fachadas acristaladas y en el que, recurriendo a la vegetación, las palmeras plantadas en el interior del vestíbulo del edificio de vuelos internacionales, hoy desaparecidas, abrían la terminal proyectada por Bofill al paisaje Mediterráneo. Encontramos también recursos de tipo cultural, siendo el más notorio el mural de cerámica de Joan Miró de la terminal B, que vincula el aeropuerto a un artista y a una obra muy ligados a la ciudad condal. En el actual plan director, encargado por AENA para la ampliación del aeropuerto del Prat al profesor de la Universidad Politécnica de Cataluña Antonio Font, son notorias las medidas paisajísticas contempladas tendentes a la integración del aeropuerto. Las instalaciones aeroportuarias y el conjunto de infraestructuras periféricas ligadas a éstas, lo que se ha dado en llamar “ciudad aeroportuaria”, se fundirían con el municipio de El Prat a través de un pasillo vegetal, que la rodearía por completo, enlazando con los paseos verdes del propio municipio. Un corredor verde que, partiendo del llamado Camí Ral, llegaría hasta la autovía de Castelldefels, extendiéndose hasta las zonas agrícolas ubicadas en la zona oeste del aeropuerto.
Otras veces, como en el caso de la nueva área terminal de Barajas, la armonía con el exterior se alcanza integrando estructuras complementarias, como los aparcamientos, al edificio principal, de manera que no perturben la percepción del conjunto y su integración en el paisaje. El diseño del conjunto, adaptado a la horizontalidad de la orografía madrileña en que se emplaza o la incorporación de elementos que remiten a la naturaleza, como las características formas onduladas de la espectacular cubierta de la plataforma de Madrid, son también ejemplos del recurso en la T4 a soluciones arquitectónicas que contribuyen a su armonización paisajística.
Si buscamos un buen ejemplo de integración en el entorno de la mano de la tradición cultural, lo encontramos en el edificio terminal del aeropuerto de Sevilla, obra de Rafael Moneo. Frente a la proyección de otros edificios terminales, de los que tenemos ejemplos en todo el mundo, cuya concepción evidencia la búsqueda de una fusión con el cielo, con lo etéreo, el resaltar los vínculos con lo aéreo, el arquitecto español reivindica la condición terrenal de los aeropuertos, su pertenencia al mundo de lo construido en la tierra.
En la terminal hispalense se hace visible la asimilación e incorporación de elementos arquitectónicos propios de la cultura andaluza, siendo por tanto notorias las reminiscencias árabes. El uso de tejas vidriadas azules en las cubiertas, que reflejan la altura del sol a lo largo de todo el día, las cúpulas del vestíbulo, pintadas de azul intenso, los óculos a través de los cuales penetra la luz en la terminal, los juegos de arcos y columnas en el interior o el cerramiento en bloque de hormigón, elaborado con arenas locales de un muy característico color amarillo, son algunos de los principales recursos integradores. Destacable es, en este mismo orden de cosas, el diseño del parking, concebido como un patio en el que se alternan las sombras con los naranjos al que el arquitecto confirió un papel protagonista en el conjunto de construcciones del área terminal.
Para Moneo los aeropuertos están muy determinados por su papel como lugar de tránsito y se caracterizan por su condición insular. El de Sevilla es un edificio relativamente aislado en el campo, vinculado a la ciudad a través de una carretera. Bajo este prisma, en la integración del aeropuerto en su entorno se hace vital la relación terminal/carretera. La carretera se adentra y se desdobla en el edificio, convirtiéndose en parte intrínseca de la estructura, es la vía que lo enlaza con la ciudad, con su destino, y cobra un papel determinante en el conjunto.

Aeropuerto de Lanzarote
La comunicación exterior
Siendo lugares de tránsito, la capacidad de conexión del aeropuerto con su entorno es determinante para poder hablar de su perfecta integración. Cualquier planificación aeroportuaria contempla necesariamente la integración de la estructura en una red de transportes, la terminal se convierte así en el puente en el que el transporte aéreo muta en transporte terrestre. El aeropuerto, necesariamente conectado a los grandes corredores viarios, alimenta otras redes de comunicación y a la vez necesita de ellas para su desarrollo. Esta interdependencia alcanza una dimensión especial en el caso de algunos aeropuertos insulares. Convertidos en la principal puerta de entrada del territorio y por tanto en factor clave para su crecimiento, el flujo de visitantes que su existencia genera extiende sus efectos más allá de las inmediaciones del propio aeropuerto, demandando el crecimiento de la red viaria del conjunto del territorio. Construidos, por regla general, al margen de zonas de aglomeración, la planificación de un aeropuerto debe integrarse en planes urbanísticos o regionales ya existentes.
En los grandes núcleos urbanos, la comunicación directa con el exterior desde la terminal se extiende a más de un modo de transporte: carreteras, trenes de cercanías o metro ofrecen al viajero el enlace directo entre la tierra y el cielo.
En Madrid, la ampliación del Aeropuerto de Barajas, sustancialmente alejada de la antigua estructura, con una nueva área terminal, una nueva torre de control y tres nuevas pistas, vino acompañado de la planificación de una compleja conexión con la red de transportes públicos existente, tanto municipal como estatal. Se soterró la carretera M-111, que enlaza la capital con la localidad de Paracuellos del Jarama, en un túnel de cuatro ojos y dos kilómetros de recorrido por encima del cual ruedan los aviones que despegan en configuración norte por la tercera pista y se crearon vías directas de acceso a la M-40, red vital de distribución de tráfico rodado que rodea la capital y la enlaza con las carreteras que dan acceso a todos los puntos de la Península. Por último, se procedió a ampliar la línea de metro para conectar la ciudad con la nueva terminal. Es gracias a todas estas actuaciones, que han requerido de ingentes inversiones, que hoy puede decirse que este nuevo Barajas continúa siendo un aeropuerto integrado en su territorio, al acceso de todos los usuarios y con una oferta de transporte público a la altura de su desarrollo.
El de Barcelona es otro ejemplo de la importancia que cobra la actuación sobre las redes de comunicación exteriores en los aeropuertos de grandes núcleos urbanos. Estratégicamente situado, en un área de influencia que ronda los veinte millones de personas, muy próximo al Puerto de Barcelona y a la llamada Zona Franca, uno de los principales parques industriales y logísticos de España, el del Prat es un aeropuerto que acomete actualmente un ambicioso plan de ampliación que lo ha dotado de una tercera pista, una nueva torre de control y, en breve, de una nueva terminal. La plena integración del Aeropuerto en su entorno vendrá de la mano de las actuaciones que darán solución de conexión con el exterior a un volumen de pasajeros que hoy se cifra en más de treinta millones anualmente y para el que se prevé un notorio crecimiento en los próximos años. Estructura intermodal, el aeropuerto es hoy accesible por carretera y ferrocarril, la nueva Terminal Sur incrementará las conexiones por carretera, con el tren de cercanías, la alta velocidad y el metro. La oferta ferroviaria se verá reforzada con nuevos ramales y estaciones de cercanías, alta velocidad y metro, que conectará el transporte público metropolitano con la futura estación intermodal de El Prat de Llobregat. El aeropuerto deja así su impronta en el territorio, propiciando el desarrollo de todas las redes de transporte.

Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas
Integración y medio ambiente
A las consideraciones relativas a la armonización paisajística y la capacidad de conexión con el exterior se añade un último factor, indispensable para la perfecta integración del aeropuerto en su entorno, es su respeto hacia el medio ambiente. Un aeropuerto integrado nunca será agresivo con su entorno, sino, muy por el contrario, habrá de ser una estructura comprometida con el desarrollo sostenible, capaz de minimizar al máximo su impacto sobre el territorio en que se asienta.
Es una cuestión que presenta no pocas dificultades, pues la interrelación entre las infraestructuras y el medio ambiente es siempre compleja. Preservar el patrimonio natural en un marco de desarrollo y crecimiento pasa por integrar, como parte sustancial de las infraestructuras, los elementos necesarios para su sostenibilidad, de manera que sea lo armoniosas y respetuosas con el medio natural, manteniendo en lo posible el funcionamiento y calidad de los ecosistemas o, en su defecto, compensándolo. Son medidas que se extienden de principio a fin, desde la planificación, con la preceptiva evaluación de impacto ambiental, al diseño, la construcción y la explotación de la infraestructura.
La construcción de un aeropuerto supone siempre una agresión de gran envergadura contra el entorno natural: se impermeabilizan grandes superficies, frecuentemente deben suprimirse obstáculos a la operación de las aeronaves, a veces es necesario alterar la tradición de cultivos agrícolas que atraigan la presencia de aves y en general modificar todo aquello que favorezca la concurrencia de estos animales, además de los consiguientes efectos sobre las reservas vegetales y la fauna local, el entorno se ve sometido un impacto acústico considerable. A la vista de todo ello, la integración del aeropuerto en su entorno natural es realmente una tarea complicada. Para conservar y proteger los ecosistemas, las especies y el paisaje, se trabaja en diferentes frentes. Son medidas que afectan tanto al emplazamiento como a la propia edificación e inciden sobre el consumo energético y de recursos naturales, sobre la gestión de residuos y sobre la protección y recuperación de las áreas naturales afectadas por el desarrollo de las infraestructuras, como cubiertas vegetales o zonas húmedas.
Dentro de la red aeroportuaria española destaca la iniciativa del Aeropuerto de Tenerife Sur, el único que ha implantado un Sistema de Gestión Ambiental (SGMA) con certificación europea EMAS, un modelo promovido por la Unión Europea para las organizaciones que quieran implantarlo y cuya posesión obliga a un proceso de mejora continua en la gestión del medio ambiente y la elaboración anual de un informe público sobre esas actuaciones. Para la gestión de sus residuos, este aeropuerto posee una planta de clasificación, de tal manera que una parte muy importante de los residuos de tipo urbano generados en la aeronave sale directamente de las instalaciones aeroportuarias para su reciclaje.

Aeropuerto de Lanzarote
El de Las Palma, pionero en el mundo por haber hecho de la energía eólica su fuente de energía primaria, es otro modelo de aeropuerto sostenible en nuestro país. Proyectos similares se están llevando a cabo en otros aeropuertos canarios, como los de Tenerife Sur, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote. El de Palma de Mallorca, con sus más de cuatrocientos metros cuadrados de paneles solares, es otro aeropuerto de la red AENA que destaca por el uso de energías renovables.
Pero junto a estas actuaciones de carácter externo existen otras intrínsecas a la propia concepción de los edificios terminales. Así, desde la llamada arquitectura bioclimática se da hoy respuesta a las necesidades de sostenibilidad ambiental. Sus estrategias alumbran edificios inteligentes, en los que lograr una gestión energética eficiente es prioridad. El diseño de la T4 del Aeropuerto de Barajas recoge numerosas pautas de construcción sostenible, es un ejemplo perfecto de arquitectura capaz de encontrar respuestas bioclimáticas. La preocupación del arquitecto Richard Rogers por crear edificios inteligentes, capaces de resolver los problemas de sostenibilidad y de relación con el territorio, se percibe claramente en la concepción de esta gran estructura, que con su más de un millón de metros cuadrados construidos es una de las mayores obras arquitectónicas edificadas.
Entre las medidas de la terminal que contribuyen al ahorro energético pueden destacarse la orientación norte-sur, las aberturas y luminarias que permiten el máximo aprovechamiento de la luz natural en detrimento del uso de la electricidad, la incorporación de protecciones solares que reducen el excesivo calentamiento por el efecto de la radiación solar o la implantación de un sistema de refrigeración estratificado, basado en una serie de mecanismos de ventilación colocados en los pilares. Otros recursos destacables son el uso de materiales respetuosos con el medio ambiente en la construcción y la incorporación de un sistema por el que se recogen y reutilizan las aguas pluviales.
La T4 reúne, en suma, todos los beneficios de un edificio sostenible en tanto logra un rendimiento energético más eficiente, unas condiciones óptimas de bienestar para sus usuarios, la reducción de emisiones de CO2 y la disminución del consumo energético, contribuyendo así a un desarrollo sostenible.
El imparable crecimiento del tráfico aéreo exige, en definitiva, de la adecuación y ampliación de los aeropuertos existentes, garantizando su capacidad para atender la demanda actual y el incremento futuro de ésta. El éxito de este necesario desarrollo de las infraestructuras aeroportuarias sólo puede alcanzarse cuando en su proyección se contemplan las premisas básicas que van a permitir su perfecta integración en el entorno a todos los niveles: paisajístico, medioambiental y en la red de comunicaciones terrestres.
