Aviación española, 85 años en sellos de correos
Carlos SaldañaContemplar la historia de la aviación a través de los sellos de correos es una forma distinta de pasear por los cielos. Es mirar al infinito, alcanzarlo y contemplar la tierra a vista de pájaro, recorrer los hitos de la historia de la aeronáutica española y rememorar las hazañas de nuestros pilotos más intrépidos.
Habían transcurrido seis años desde que se comenzaron a usar los primeros sellos de correo aéreo (el mismo día en que la compañía francesa Lignes Aériennes Latécoère culminó el primer vuelo postal en la ruta Barcelona-Alicante-Málaga, el 1 de abril de 1920) cuando apareció la imagen de un avión en un timbre. Desde entonces, la filatelia ha reflejado los principales aspectos de la aeronáutica presentándola como un símbolo del progreso y de la pujanza del país.
Los sellos especiales para el correo aéreo ya estaban listos cuando un Real Decreto de 17 de octubre de 1919 creó el Servicio Postal Aéreo. Para pagar la tarifa de los envíos y la sobretasa aérea se decidió emitir sellos especiales con un “aeroplano volando u otra insignia semejante”. No obstante, hasta que estuviesen preparados, se optó por usar los de Alfonso XIII de 1 peseta y de 5, 10, 25 y 50 céntimos con la sobreimpresión “Correo aéreo”. Acababan de nacer los primeros sellos relacionados con la aeronáutica y, con ellos, una nueva modalidad de coleccionismo filatélico: la aerofilatelia.
A partir de ese momento, la expansión de las líneas postales fue incesante. Los raid míticos de los años 20 abren nuevas rutas acortando las distancias. Cada logro de los pioneros de la aviación era, además, un nuevo paso para las comunicaciones postales aéreas: Prácticamente todas las nuevas rutas portearon correspondencia desde los primeros vuelos.
En 1919 se creó el Servicio Postal Aéreo y para pagar la tarifa de los envíos y la sobretasa aérea se decidió emitir sellos especiales con un “aeroplano volando u otra insignia semejante”
Por eso, cuatro sellos de correos de 1980 (5, 10, 15 y 22 pesetas) inmortalizaron a los pioneros de nuestra aviación: Pedro Vives, piloto de dirigibles, primer Director del Servicio de Aeronáutica y organizador de la aviación militar en el Marruecos español; Alonso de Orleáns y Borbón, pionero de la guerra aérea (observación, ametrallamiento y lanzamiento de bombas a mano); Benito Loygorri, que junto con los anteriores fueron los primeros pilotos españoles que en 1910 obtuvieron la licencia internacional en la escuela de vuelo de Mourmelon (Francia); y Alfredo Kindelán, militar y aviador, primer encargado del aeródromo de Cuatro Vientos y Jefe del Servicio de Aeronáutica.
Cada logro de los pioneros de la aviación era, además, un nuevo paso para las comunicaciones postales aéreas: Prácticamente todas las nuevas rutas portearon correspondencia desde los primeros vuelos
Aviones legendarios llevaron correo aéreo
El 22 de enero de 1926 el Plus Ultra, un hidroavión bimotor Dornier Do J Wal[ ,], zarpó de Palos de la Frontera (Huelva) para realizar el primer vuelo España-Sudamérica. A los mandos, el comandante Ramón Franco, el capitán Julio Ruiz de Alda y el teniente Juan Manuel Durán, junto con el mecánico Pablo Rada. Tras seis duras etapas, el 10 de febrero salían de Montevideo (Uruguay) rumbo a Buenos Aires (Argentina), donde fueron aclamados como héroes. Habían recorrido 10.270 km en 59 horas y 39 minutos.
El 1 de marzo de 1926 el comandante Ramón Franco realizó su último vuelo con el Plus Ultra transportando de Montevideo a Buenos Aires las catorce cartas que le confió el Director General de Correos de Uruguay. Poco después España donó el Plus Ultra a la Armada Argentina para su uso como avión correo.
Por su parte, la Escuadrilla Elcano, integrada por los aviadores Eduardo González-Gallarza, Joaquín Loriga Taboada y Rafael Martínez Esteve, y los mecánicos Pérez, Calvo y Joaquín Arozamena, iniciaba el 5 de abril de 1926 desde el aeródromo de Cuatro Vientos el raid Madrid-Manila, a bordo de tres monomotores biplano y biplaza Breguet 19.
Treinta y nueve días después, el 11 de mayo, González-Gallarza y Loriga alcanzaron Manila con el único aeroplano superviviente. En el vuelo transportaban dieciséis cartas franqueadas con los primeros sellos de correo aéreo e identificadas con marcas especiales estampadas en origen y destino.
El 15 de septiembre las hazañas del Plus Ultra y de la Escuadrilla Elcano ya estaban recogidas en diez sellos que sólo tuvieron validez durante tres días y que fueron estampados en Londres por Waterlow & Sons Ltda. El producto de las ventas de más de 200.000 ejemplares de sellos de menor valor (unos 100.000 de una peseta y apenas 30.000 de cuatro pesetas) se entregó íntegramente a la Cruz Roja Española.
En 1926 el comandante Ramón Franco realizó su último vuelo con el Plus Ultra transportando de Montevideo a Buenos Aires las catorce cartas que le confió el Director General de Correos de Uruguay
Al año siguiente, Cruz Roja consiguió autorización para sobrecargar los sellos sobrantes con una leyenda conmemorativa de las bodas de plata del reinado de Alfonso XIII, habilitándolos de nuevo para el franqueo pero sólo el día 17 de mayo de 1927. Además, cuatro sellos del Plus Ultra fueron reimpresos añadiéndoles un nuevo valor de 75 céntimos. Cinco sellos de 5, 10, 25 y 50 céntimos y de una peseta, reproducían el Plus Ultra a punto de amerizar. Y otros tantos de 15, 20, 30 y 40 céntimos y de cuatro pesetas presentaban el Breguet 19 sobre la ruta aérea Madrid-Manila.
Diez años después, una sobrecarga de la serie básica dejaría constancia filatélica del primer vuelo en sentido inverso Manila-Madrid. Los aviadores filipinos Antonio Arnáiz y Juan Calvo realizaron el trayecto entre el 29 de mayo y el 11 de julio de 1936 a bordo del Commonwealth of Philippines.
En busca del récord de distancia
Enardecidos por los logros de la aviación española, los capitanes Jiménez e Iglesias buscaron batir el récord mundial de distancia sin escalas a los mandos del Jesús del Gran Poder, un biplano del tipo Breguet 19 TR. El 20 de mayo de 1928 lo intentaron infructuosamente con un vuelo de 4.600 km Sevilla-Nassiriah (Irak) y el 24 de marzo siguiente cubrieron sin escalas los 6.540 km de la ruta Sevilla-Bahía (Brasil).
Aun cuando no lograron el récord, continuaron a Río de Janeiro, Montevideo, Buenos Aires, Santiago de Chile, Arica, Lima, Paita (Ecuador), Colón (Panamá), Managua, Guatemala, y llegaron a La Habana el 17 de mayo de 1929, después de haber volado más de 22.000 km y de haber culminado una de las travesías más impresionantes de la aviación española.
Dos sellos de una peseta de la serie dedicada a la Exposición Internacional de Sevilla inmortalizan a los capitanes Jiménez e Iglesias. Las peripecias del Jesús del Gran Poder saliendo de la capital hispalense rumbo al Atlántico serían recordadas en el sello de cuatro pesetas de la misma serie y en otro de tres pesetas de 1961.
En los años 40 y 50 vieron la luz numerosos sellos de correo aéreo dedicados a personajes célebres, cuyos altos valores sirvieron para franquear íntegramente los envíos aéreos más voluminosos y los dirigidos al extranjero
La segunda generación
En los años 40 y 50 vieron la luz numerosos sellos de correo aéreo dedicados a personajes célebres, cuyos altos valores sirvieron para franquear íntegramente –franqueo y sobretasa– los envíos aéreos más voluminosos y los dirigidos al extranjero.
Juan de la Cierva y Codorníu, inventor del autogiro, aparece con un modelo C-30 construido bajo licencia de Cierva Autogiro Company Ltda. en una serie de siete valores para correo aéreo impresa en 1939 en la litografía burgalesa de Hija de B. Fournier. Concluida la Guerra Civil, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre se hizo cargo de las planchas reimprimiéndolos con menos nitidez y añadiendo un nuevo sello de 10 pesetas. Su valor de franqueo se mantuvo hasta agotarse las existencias.
En 1945 vieron la luz los sellos dedicados al capitán Carlos Haya y al Comandante García Morato. Al primero se le representó, por error, con un cuatrimotor que no se construiría hasta después de su muerte. El segundo sello, cuyo diseño se tomó de unos sellos de Lituania de 1921-22, representó a García Morato con uno de sus aviones y el emblema “vista, suerte y al toro” de la Patrulla Azul, que dirigió hasta su muerte en accidente aéreo.
Los sellos de De la Cierva se sustituyeron en 1955-56 por una larga serie de once valores que representaban el avión Lockheed L-1049 Super Constellation bautizado como Santa María junto a la Nao del mismo nombre. Las tres unidades adquiridas por Iberia unos meses antes para sus líneas trasatlánticas se llamaron Santa María, La Pinta y La Niña. A partir de esta serie el uso de sellos especiales de correo aéreo se hizo opcional, pudiendo franquearse la correspondencia por avión con cualquier sello postal.
Más allá de las grandes gestas de la aviación, los sellos comenzaron muy pronto a representar aparatos en vuelo y vistas aéreas. Será Madrid la ciudad que se lleve la palma en este punto
Sin embargo, lo largo de estos 85 años han sido muchos los sellos para correo aéreo dedicados a personajes que nada tuvieron que ver con la aeronáutica, entre otros, Colón, los Reyes Católicos, Manuel de Falla, Sorolla, Fortuny y Zuloaga, el Dr. Thebussem, el Conde de San Luis, el conquistador López de Legazpi, Torres Quevedo o el Padre Bartolomé de las Casas, y a otros motivos igualmente distantes del tema aéreo como fauna, deportes, el descubrimiento de América o la pintura del Greco o de Goya.
Por el contrario, un avión de papel ilustró en 1956, 1965 y 1967 los sellos para correspondencia urgente, asimilando la idea de rapidez con el transporte aéreo.
Los otros pioneros
Otros ases de la aviación mundial también verían sus gestas representadas en sellos españoles de 1930. El brasileño Alberto Santos Dumont, considerado por parte de la comunidad científica como el “padre de la aviación” al ser el primer hombre que despegó a bordo de un avión impulsado por un motor aeronáutico con su aeroplano 14-bis, fue protagonista de uno de estos sellos. También lo fue el militar argentino Pablo Teodoro Fels, que el 1 de diciembre de 1912, a bordo de su Bleriot XI, realizó la primera travesía del Río de la Plata Buenos Aires-Montevideo. Batió el récord mundial de vuelo sobre agua, lo que el valió un ascenso y una sanción por haber contravenido las ordenanzas militares.
Otro de los héroes que cuenta con su propio sello es Dagoberto Godoy, el aviador chileno que en 1918 se convirtió en el primero que cruzó la Cordillera de los Andes por encima de las altas cumbres volando en su Bristol Le Rhone a más de 6.300 metros de altitud.
Hay que añadir también a Pablo Sidar, piloto mexicano que en 1929 recorrió Centro, Sudamérica y el Caribe en un biplano Douglas O-2M denominado Ejército Mexicano. Sacadura Cabral y Gago Coutinho, realizaron en 1922 la primera travesía aérea del Atlántico Sur Lisboa-Brasil, utilizando sucesivamente tres hidroaviones Fairey denominados Lusitania, Patria y Santa Cruz.
Tampoco faltó un sello para el estadounidense Charles A. Lindbergh, quien después de haber trabajado como piloto civil en una línea de correo aéreo, fue el primero que cruzó el Atlántico en solitario sin escalas. El 20 de mayo de 1927 el Spirit of St. Louis, un monoplano monomotor Ryan NYP, despegó del aeródromo Roosevelt (Long Island) y tras un vuelo de 33 horas y 32 minutos aterrizó en Le Bourget, cerca de París, a más de 5.800 km de distancia.
La impresión de esta serie se realizó en la imprenta MAG (Miralles, Aureoles y Gómez) de Madrid, creada para este fin, con una deficiente técnica de huecograbado, lo que dio lugar a tantos errores y variantes que hasta es posible encontrar sellos de una peseta con la efigie de Lindberg de cabeza. Su validez postal se circunscribió a los días 10-12 de octubre de 1930.
El cielo de Madrid
Más allá de las grandes gestas de la aviación, los sellos comenzaron muy pronto a representar aparatos en vuelo y vistas aéreas. Será Madrid la ciudad que se lleve la palma en este punto. En 1931 los seis sellos conmemorativos del III Congreso Postal Panamericano, impresos en Londres por Bradbury, Wilkinson & Co., presentaron tres aparatos surcando el cielo de la capital.
Los sellos de 5, 10 y 25 céntimos nos ofrecen la vista de Madrid desde el oeste. En el de cuatro pesetas un monoplano con la matricula simulada “CPP” –correspondiente a las siglas del Congreso– recorre la calle Alcalá desde el Banco Español del Río de la Plata (actualmente Instituto Cervantes) hacia la Puerta de Alcalá, enfilando por la plaza de Cibeles y el Palacio de Comunicaciones. En el tercer modelo (50 céntimos y una peseta), un biplano surca el paseo de Recoletos por encima de Correos y de la fuente de Cibeles.
Sólo se vendieron en Madrid y pudieron utilizarse para la correspondencia únicamente durante el mes que duró la Conferencia (del 10 de octubre al 10 de noviembre). En ese tiempo se consumieron poco más de 400.000 unidades de los valores más bajos, 275.000 del timbre de una peseta y unos 100.000 de cuatro pesetas. Estos mismos tipos con la estampación de la palabra “OFICIAL” servirían para el envío gratuito de la correspondencia de los delegados en el Congreso.
En este mismo escenario se enmarca el sello alegórico que se realizó en 1971 sobre el 50 aniversario del correo aéreo en España. Mostraba la estampa prácticamente imposible de un Boeing B-747, conocido popularmente como Jumbo, en vuelo a baja cota sobre el Palacio de Comunicaciones y la Puerta de Alcalá. El B-747 del sello es un reactor comercial transcontinental de fuselaje ancho que Iberia había incorporado a su flota pocos meses antes.
En 1936 la serie dedicada al 40 aniversario de la Asociación de la Prensa, estampada en Londres, incluyó cuatro sellos iguales con validez postal entre el 11 y el 25 de marzo. En la imagen, un monomotor, tras dejar atrás la Plaza de España, sobrevuela el Palacio de la Prensa que lucía por entonces como el único rascacielos de la Gran Vía madrileña.
La misma calle se representa a vista de pájaro en los sellos de 1939 y 1940 dedicados a Juan de la Cierva en los que su autogiro C-30 evoluciona majestuoso sobre el entramado urbano, en este caso sobre el edificio de Telefónica, que en 1929 había desbancado al Palacio de la Prensa como el más alto del país. El autogiro había aparecido tres años antes en otros cuatro sellos del homenaje a la Prensa sobrevolando el establecimiento benéfico conocido como la Casa de Nazareth.
Sevilla desde el aire
También la Catedral de Sevilla brilla en todo su esplendor a los pies del autogiro C-30 en dos sellos de dos pesetas de la Segunda Republica. Se trata del YI-3 con la escarapela de la Fuerza Aérea republicana, uno de los cuatro aparatos adquiridos en los años 30 para misiones de reconocimiento.
El primero fue grabado por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre en 1935 y regrabado en 1938 produciendo un segundo tipo con variantes muy atractivas para los coleccionistas: se le añadió un cielo rayado, cambiaron las proporciones de la Catedral –en la nueva versión la Giralda sobrepasa la línea del horizonte– y se sustituyó el entramado de techumbres de los edificios próximos por simples manchas.
Además, en 1971, para conmemorar el 50 aniversario del correo aéreo, otro sello recordó el primer viaje del servicio regular de correo aéreo Sevilla-Larache, operado por la Compañía Española de Tráfico Aéreo (CETA) el 15 de octubre de 1921. En primer plano aparece el biplano británico De Havilland DH-9 con el que se realizó el vuelo, y al fondo una vista de Sevilla a principios de siglo.
La representación esquemática de un reactor comercial aproximándose a la torre Norte de la Plaza de España de la capital hispalense daría forma al sello de correo aéreo de 1981. Su uso para el correo aerotransportado fue meramente nominal ya que este tipo de envíos podía franquearse con cualquier sello desde 25 años atrás.
En los años 40, la presencia de aviones sobrevolando sanatorios antituberculosos sirvió para reforzar la idea de que la lucha contra la enfermedad progresaba, igual que la aviación, a pasos agigantados
A vista de pájaro
Pero Correos también dejó constancia de la evolución de la aviación española a través de los sellos con imágenes que muestran aeroplanos sobre lugares bien distintos. Cinco valores de 1931 para el pago de sobreportes aéreos (5, 10, 25 y 50 céntimos y de una peseta) nos muestran el Monasterio de Montserrat a vista de pájaro desde uno de los cinco Rohrbach RO VIII que Lufthansa prestó a Iberia para operar la línea de correo aéreo Madrid-Barcelona, inaugurada en 1927. Los Rolands de distintos modelos fueron esenciales para la mejora de las comunicaciones postales de Cataluña y operaron con éxito hasta que en 1933 fueron devueltos a la compañía alemana.
Con una imagen muy parecida, el año anterior se había elegido un aeroplano sobre montañas para ilustrar la serie de seis estampillas para correo aéreo conmemorativas del 11º Congreso Internacional de Ferrocarriles. Estos sellos, que sólo se vendieron en las oficinas de Correos del Senado y de las Exposiciones Internacionales de Barcelona y de Sevilla, pudieron usarse para el franqueo únicamente durante los tres días que duró la conferencia. Sorprendentemente incluyen el nombre del acontecimiento pero olvidaron el del país emisor.
Peor suerte tuvieron el Douglas DC-2, utilizado por Iberia a partir de 1935, y el acueducto de Tarragona ya que el sello republicano de cinco pesetas para correo aéreo diseñado a principios de 1939 nunca llegó a ponerse en circulación como consecuencia de la evolución de la Guerra Civil. De él se conocen únicamente ensayos en cuatro colores, con dentado o sin él, realizados en Barcelona por gráficas Oliva de Vilanova.
Por la misma razón tampoco llegó a emitirse el sello del mismo año impreso por la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre con un valor 10 pesetas (un precio altísimo para el poder adquisitivo de la época) que representaba un monoplano –probablemente un Ford 4.AT– ganando la costa y dejando atrás un faro marítimo.
En los años 40, la presencia de aviones sobrevolando sanatorios antituberculosos sirvió para reforzar la idea de que la lucha contra la enfermedad progresaba, igual que la aviación, a pasos agigantados. La representación de un cuatrimotor fue el recurso utilizado para los sellos Pro Tuberculosos de 1940 y de 1948, este último un avión de fabricación estadounidense, el Lockheed Constellation, coloquialmente llamado “Connie”. Los sellos de estas emisiones servían únicamente para pagar el recargo obligatorio sobre la correspondencia que se imponía cada Navidad (del 2 de diciembre al 3 de enero) a beneficio del Patronato Nacional Antituberculoso.
Por entonces, la mejora de los medios de transporte se consideraba la prueba del desarrollo del país. El mismo año 1948, se aprovechó otra imagen del “Connie” para situarlo en paralelo a un moderno tren eléctrico.
Esa simbología de la aeronáutica como paradigma de la modernidad se mantenía en 1981 cuando se insertó un reactor en el signo de franqueo de 20 pesetas para correo aéreo dedicado al puente de Rande. Construido tres años antes sobre la Ría de Vigo, sus 1.588 metros de longitud le convirtieron en el más largo de España.
También en tiempos de paz la filatelia ha reservado un espacio para destacar el importante papel de la aviación militar. En 1979 y 1980 sendos sellos de cinco y ocho pesetas conmemoraron el Día de las Fuerzas Armadas
Mirando al cielo
Ahora bien, los períodos bélicos ofrecen una imagen bien distinta del papel de la aviación. Su participación en operaciones militares también ha sido recogida por los sellos. En noviembre de 1936 la Junta de Defensa Nacional emitió la primera serie de sellos para uso en la zona controlada por su Ejército, en cuyo valor de 10 pesetas aparece un avión –posiblemente un Fokker F-VII– dando cobertura aérea al desembarco de Algeciras en el mes de agosto.
La Fuerza Aérea de la República aparece representada en dos sellos no expendidos de principios de 1939. El primero de ellos, un timbre de 1,25 pesetas de Correo de Campaña que debería haber servido exclusivamente para franquear la correspondencia procedente del frente, representa a un piloto delante de su aparato, tal vez un Ford 4-AT trimotor, el mismo que aparece en tierra en el sello de dos pesetas, del que se conocen pruebas en azul-gris, en verde abeto, en azul oscuro y en lila rosáceo.
También mira al cielo la población civil ante la inminencia de un bombardeo. Dos estampillas de 1940 (15 y 70 céntimos) representan un grupo de personas rezando ante la aproximación de los bombarderos. El de 10 pesetas de la misma serie, el de mayor tamaño fabricado hasta entonces, recogió el bombardeo de la Basílica del Pilar de Zaragoza del 3 de agosto de 1936. Un Fokker F-VII lanzó cuatro bombas que no llegaron a estallar, lo que se atribuyó a un milagro. Dos alcanzaron el templo, otra la plaza del Pilar y la cuarta cayó en el río Ebro.
Los sellos de esta serie sólo circularon del 29 de enero al 31 de diciembre de 1940 y tenían una sobretasa de aportación voluntaria destinada a financiar las obras del templo y los actos del XIX Centenario de la venida de la Virgen del Pilar. La impresión fue encargada a la imprenta barcelonesa I.G. Rieusset, corriendo los gastos de edición por cuenta de la Junta del Centenario.
También en tiempos de paz la filatelia ha reservado un espacio para destacar el importante papel de la aviación militar. En 1979 y 1980 sendos sellos de cinco y ocho pesetas conmemoraron el Día de las Fuerzas Armadas presentando un avión de combate en vuelo sobre efectivos navales y terrestres. El primero es un caza Mirage III –denominado C.11 por el Ejército del Aire– del Ala nº 11 con base en Manises (Valencia), adquirido en 1970 a la empresa francesa Dassault. El segundo, un McDonnell Douglas Phantom F4E (C.12) incorporado un año después.
*Carlos Saldaña Fernández forma parte de la Dirección de Filatelia de la Sociedad Estatal Correos y Telégrafos.
Imagen de portada: El ‘Plus Ultra’ en el 50 aniversario de la Aviación Española. 1961.