9 enero, 2008

La aviación y sus carteles, una historia en paralelo

Santi Barjau
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Mientras los pioneros de la aviación fascinaban al público con sus hazañas aéreas, grandes artistas del momento veían en el cartel un nuevo y atractivo medio de expresión. Pronto ambas disciplinas se unieron haciendo que carteles y aviones hayan recorrido gran parte de su historia en paralelo. Desde las primeras exhibiciones acrobáticas hasta el reclamo publicitario de las compañías aéreas, pasando por los carteles propagandísticos de la guerra, las creaciones gráficas surgidas en torno a la aviación muestran el pulso de la modernidad y el devenir de los tiempos.

 

Hubo un tiempo en que los carteles fueron los reyes de la calle. La naciente pu­blicidad tuvo en ellos su plasmación más espectacular. A finales del siglo xix, gracias al trabajo de grandes artistas como Toulouse-Lautrec, el cartel se con­virtió en el modo más económico, fácil y rápido de llevar a las calles de la ciudad moderna un toque de colorido y unos mensajes directos. El estallido cromático del cartel modernista en Europa y América coincidió con los primeros pasos de la aviación heroica, y en muchos casos el novedoso medio de locomoción daba pie a encantadoras creaciones gráficas.

La rápida popularización del aeroplano fue mérito de los pioneros de la aviación, como el mítico Blériot, que recorrió las más diversas ciudades mos­trando ante los atónitos ojos de los ciudadanos las capacidades asombrosas de aquellos aparatos más pesados que el aire, del mismo modo que décadas atrás los globos aerostáticos habían sorprendido a sus padres y abuelos. A lo largo de la primera década el siglo xx se organizaban certámenes, se competía —a veces al precio de correr grandes peligros y sufrir graves accidentes— para ver quién lograba las mayores hazañas. Aquí y allá se manifestaban nuevos pioneros que querían emular y superar los récords, rápidamente batidos. Las ciudades se dis­putaban a los mejores, y éstos no desdeñaban abundantes y a veces lucrativas ofertas. Todas estas iniciativas quedaban a menudo reflejadas en impactantes carteles y creaciones gráficas.

El estallido cromático del cartel modernista en Europa y América coincidió con los primeros pasos de la aviación heroica

Una de estas actividades plasmada en un cartel fue la Gran Semana de la Aviación que se celebró en Barcelona en mayo de 1910, aunque no fue ésta la primera ocasión que tuvieron los barceloneses de admirar en directo el vuelo de un aeroplano. Tres meses antes, el 11 de febre­ro, se había realizado ya una demostración desde los terrenos del hipódromo de la ciudad, la que se considera primera actividad aeronáutica realizada en Es­paña. Por su novedad, no había sido objeto de un cartel y sólo unos meses después el cartelista y su público ya tienen en su mente la imagen de un avión surcando el aire, una imagen que puede ya ser usada como reclamo publicitario.

1ª exposición de aeronáutica en España, 1910

Editado en dos versiones, catalana y castellana, Gran Semana de la Aviación es obra de Llorenç Brunet, caricaturista satírico y notable cartelista del periodo modernista. En su trabajo se aprecia un monoplaza con su piloto y otro en la lejanía en pleno vuelo sobre Barcelona, según se aprecia en el simplifi­cado perfil del monte Tibidabo que domina la ciudad. Ambos aparatos dejan resaltar su blancura sobre un cielo azul de gran pureza, lo que lleva la mirada hacia ellos, convertidos en protagonistas visuales de la composición. Con tan sólo tres tintas —roja, amarilla y azul— Brunet consigue una imagen amena y algo cómica. Sin duda los ciudadanos de Barcelona respondieron positivamente a la llamada publicitaria, asistiendo embelesados a una actividad que formaba parte de las Fiestas de Primavera de la ciudad.

Apenas unas semanas antes, Bar­celona ya había tenido un aperitivo de lo que significaba la nueva diversión pú­blica y, una vez más, un cartel había dado buena cuenta de ello. Se trata de la 1ª Exposición de Aeronáutica en España, celebrada en la galería Salón Reig entre marzo y abril de aquel 1910 de los prodigios. La exposi­ción, según reza el cartel, constaría de ejemplares de todo tipo de ingenios aé­reos, desde los globos y dirigibles, que todavía mantenían gran parte del aprecio público, hasta los nuevos aeroplanos, pasando por los extraños aparatos de la familia de los helicópteros que se encontraban en pleno desarrollo. El trata­miento gráfico es muy distinto al del cartel anterior: en vez de los colores planos característicos del cartelismo más avanzado (aquel que buscaba en la simplici­dad formal un modo de atraer la mirada por encima del barullo visual de la gran ciudad) este ejemplar adopta la técnica, más conservadora, del dibujo detallista. En este caso, el biplano es de un modelo reconocible y la ciudad se retrata con cierta meticulosidad. El contraste del insólito cielo amarillo con las líneas oscuras del aparato sirve también al propósito de llamar la aten­ción del caminante. Aun tratándose de una flagrante exageración (los primeros aviones que volaron sobre Barcelona no pudieron hacerlo a tal altura) la imagen refleja sin duda el impacto que las primeras demostraciones aéreas cau­saron en el desconocido dibujante.

Ludwig Hohlwein, 'Deutsche Lufthansa', 1936

GUERRA Y PAZ

En pocos años el progreso de la aviación avanzaría a pasos agigantados. Europa sufrió en su suelo las terribles consecuencias de la Primera Guerra Mundial. La aviación se incorporó a los ejércitos contendientes y las primeras batallas aé­reas, inmortalizadas por el cine, potenciaron la mejora de las prestaciones de los aparatos y del conjunto de los sistemas de navegación aérea. El cartel de guerra, que en aquellos años bélicos dio unas primeras imágenes que serán célebres y características –como la del Tío Sam dirigiendo su dedo índice al espectador urgiéndole a ingresar en el ejército, y otras de uno y otro bando que muestran al enemigo como un monstruo sediento de sangre– no produjo sin embargo imá­genes memorables relacionadas con la aviación.

El cartel de guerra, que en aquellos años bélicos dio unas primeras imágenes que serán célebres y características, no produjo sin embargo imá­genes memorables relacionadas con la aviación.

Con la llegada de la paz en 1918 se recuperan antiguas iniciativas. Así, en poco tiempo, a partir de los adelantos técnicos y los cambios sociales acelerados por la guerra, se empiezan a desarrollar aplicaciones civiles de la aviación, se crean las primeras líneas aéreas (la española Iberia se funda en 1927) y se reto­ma el placer por los certámenes, carreras y concursos. El cartel del gran ilustrador valenciano José Segrelles anunciaba una carrera de hidroaviones pero el artista da al apara­to una apa­riencia espectacular en contacto con las olas del mar.

En este período de entreguerras los carteles más notables serán aquellos que muestran las nuevas utilidades que va conquistando el transporte aéreo. Las imágenes (al alcance de cualquiera que paseara por la calle y sintiera su mirada atraída por los colores, las imágenes y los eslóganes) van creando en el especta­dor la conciencia de que el viaje en avión es algo asociado a los con­ceptos de co­modidad y confort, exclusividad y lujo, rapidez y modernidad. Los países euro­peos empiezan a establecer líneas aéreas —inicialmente con escalas— que les acercan a sus colonias; se van desarrollando los servicios de correo aé­reo; los aviones van ganando prestaciones (se pondera el bienestar de un apa­rato dotado de calefacción, lo que facilita el vuelo a mayores alturas; se desarro­lla la tecnolo­gía que permite llevar a cabo vuelos nocturnos, etc.) y, en general, se asocian con el progreso y el futuro.

Nikolaus Schwabe, 'Swissair: USA', 1961

Uno de los carteles de más impacto en aquellos años fue el diseñado en 1936 por el alemán Ludwig Hohlwein para anunciar los servicios de la compañía Lufthansa con motivo de los Juegos Olímpicos de Berlín. La síntesis entre una fi­gura humana y un avión evoca el mito griego de Ícaro, símbolo del deseo de vo­lar, un sueño que el ser humano concibió ya en las más remotas culturas pero no pudo convertirse en una realidad hasta los tiempos modernos.

La etapa de aproximadamente treinta años, desde el fin de la guerra mundial en 1945 hasta la crisis del petróleo de 1973, verá el máximo esplendor del cartel clásico de aviación

Este cartel sirvió de inspiración a otros con finalidades bien distintas: por ejemplo, un mag­nífico trabajo de Arturo Ballester durante la Guerra Civil Española retoma casi literal­men­te el concepto y la imagen de Hohlwein para un cartel, ¡Loor a los héroes!, que evoca la importancia creciente que los pilotos de aviación tendrían en los conflictos. Y es que si bien los aviones son en general vehí­culo de pro­greso y civilización, sus utilizaciones bélicas pueden llegar a hacer­los portadores de destrucción y muerte. Los bombardeos de la Guerra de España se reflejan en algunos carteles, con finalidades de denuncia o de prevención. Sólo vamos a evocar aquel período sombrío de la his­toria española con un magnífico cartel, de autor desconocido y promovido por el sindicato anarquista de transportes en la zona centro, que representa al avión como un objeto monumental, de hermosas líneas aerodinámicas, símbolo de potencia y de fe en el futuro. La Segunda Guerra Mundial cerrará esta etapa lle­vando a la máxima dimensión las posibilidades de todo tipo de aeronaves.

La aviación civil renace enseguida con más fuerza. Empieza la era de los avio­nes a reacción. Sus performances, antes nunca vistas y apenas imaginadas, se suceden y se tornan cotidianas: más velocidad, máxima comodidad, precios cada vez al alcance de un mayor número de viajeros... Se consolidan las grandes líneas aéreas nacionales. Esta etapa de aproximadamente treinta años, desde el fin de la guerra mundial en 1945 hasta la crisis del petróleo de 1973, verá el máximo esplendor del cartel clásico de aviación. Más tarde el formato artesano y autó­nomo del cartel cromolitográfico entra en decadencia por la competen­cia de la publicidad televisiva y la diferente concepción de las campañas dirigi­das por agencias multinacionales.

David Klein, 'Fly TWA: New York', 1956

MITOS Y ENSUEÑOS DE LA AVIACIÓN COMERCIAL

Los carteles de la posguerra mundial, en su variedad, exploran un con­junto de temas que vale la pena destacar:

—La azafata, como personaje-mascota, símbolo de bienvenida, servicio y gla­mour de las líneas aéreas, decididas a dotar sus vuelos de una aura de exclusivi­dad aunque, paradójicamente, cada vez puesta al alcance de más consumidores. Algunas variantes más infrecuentes ponen en escena al piloto o al sobrecargo (apenas o nunca al personal de tierra, mecánicos, etc.)

—Prestaciones de los nuevos aparatos: Comodidad, rapidez... La compañía SAS anunciaba sus vuelos intercontinentales con rutas sobre el polo norte (más breves al aprovechar el achatamiento terráqueo). El lanzamiento del Concorde, ya al límite del período que consideramos aquí (su explotación comercial se ini­ció en 1976), ya no tuvo en el cartel dibujado tradicional su principal medio de publicidad: en aquella etapa ya sería la televisión y las revistas ilustradas las que darían a conocer al mundo las características del avión supersónico y las que harían famosa su silueta aerodinámica.

El gran hallazgo y aportación de la publicidad exterior de las líneas aéreas en todo el mundo fueron los carteles —a menudo emitidos formando series— dedicados a sugerir destinos internaciona­les

—Carácter del propio país: La consolidación de las compañías aéreas naciona­les hace que intenten proyectar al mundo una imagen reconocible, armada casi siempre a base de tópicos mejor o peor seleccionados. No tiene que sorprender que los carteles españoles de Iberia jugaran la carta del espectáculo taurino (co­mo un magnífico proyecto de Manolo Prieto de 1952) o que la mane­ra habitual de sugerir Francia sea a través de la torre Eiffel, o que Nueva York lo sea con un perfil de rascacielos o el Japón quede simbolizado por un enorme sol naciente.

—La abstracción y el detalle: Algunas pocas veces los carteles recurren a elementos abstractos, sugerido­res del dinamismo y la velocidad de las aeronaves; o bien, tomando la parte por el todo, se centran en un pequeño detalle —nubes, alas—; no faltarán tampoco las que dejan que sea la marca de la aerolínea la única o principal protagonista de la composición del cartel. Todos estos recursos permitieron que varias gene­raciones de diseñadores gráficos dieran pruebas de su talento en cientos de carteles memo­rables.

GRANDES GRAFISTAS PARA LAS COMPAÑÍAS AÉREAS

Pero sobretodo, el gran hallazgo y aportación de la publicidad exterior de las líneas aéreas en todo el mundo a lo largo de este período fueron los carteles —a menudo emitidos formando series— dedicados a sugerir destinos internaciona­les. En ellos se logra uno de los objetivos básicos de los mejores carteles: susci­tar el deseo del espectador, hacerle sentir antes que nada las sensaciones del viaje anhelado y mover su voluntad hacia su cumplimiento... usando natural­mente los servicios de la compañía aérea en cuestión. Esta respuesta se conse­guía, como demostraban los estudios clásicos de teoría de la publicidad, me­diante sutiles recursos de forma y color, y con ayuda de textos concisos e im­pactantes: con ello se conseguía captar la atención del paseante no especial­mente predispuesto a ello en medio de los millares de sugestiones visuales que le aportan las dinámicas ciudades contemporáneas. En segundo lugar, se trataba de retener la mirada del especta­dor, convertido ya en potencial futuro cliente. A continuación, un buen cartel debía suscitar el deseo de poseer o disfrutar del producto anun­ciado, en este caso un viaje placentero a bordo de un buen avión hacia un desti­no, más o menos exótico pero que se ha hecho deseable gracias a los buenos ofi­cios del artista publicitario. Y finalmente, se trataba de activar la voluntad hacia la consecución del objetivo propuesto.

Entre los carteles clásicos cuya mención resulta ineludible, figuran diversos ejemplares de Swissair, la compañía aérea suiza. Los carteles de Nikolaus Schwabe, emitidos en 1961, constituyen una serie representativa de los diferentes destinos alcanzados por la aerolínea en los cinco continentes: Europa, Estados Unidos, Sudamérica, Orien­te Medio, India o Japón –incluyendo en la serie un cartel más, dedicado a la pro­pia Suiza–. Las sugerentes imágenes fueron elaboradas mediante papeles de co­lores, recortados, manipulados y posteriormente fotografiados con los elementos de iluminación apropiados. Esta serie constituye un conjunto unita­rio en lo que respecta al procedimiento de diseño y al mismo tiempo diverso en sus resultados individuales. Y curiosamente se da en la época de mayor esplen­dor del denomi­nado “diseño suizo”, que triunfó en todo el mundo después de 1945 y se caracte­rizó por la sobriedad gráfica, prefiriendo grandes zonas en blanco y con prepon­derancia de la tipografía.

Todas las compañías que llegaban con sus vuelos a la ciudad de los rascacie­los publicaron en algún momento un cartel dedicado a la misma, siempre bara­jando iguales tópicos pero siempre renovando y reinventando la manera gráfica de plasmarlos

También es de gran interés otro cartel de la misma compañía Swissair que pertenece a una se­rie anterior, del año 1958. En este caso, el cartelista es el americano Donald Brun y el cartel, el dedicado a promocionar los vuelos de la compañía europea a los Esta­dos Unidos. Su diseño combina en realidad dos lenguajes artísticos: el figurativo, en el rostro del piel roja, y el abstracto, en las masas de color que constituyen el fondo, sugiriendo al mismo tiempo un rascacielos y la bandera de las barras y estrellas, de un modo que recuerda el lenguaje gráfico de Lester Beall, uno de los cartelistas estadounidenses más destacados del siglo xx.

Alberto Moreno, 'Vuele a París'. Iberia, 1966

Otro clásico del diseño americano de la época es David Klein, autor del cartel de 1956 para la compañía TWA, que también muestra (o más bien sugiere) la ciudad de Nueva York mediante una sinfonía de colores en planos geométricos. El potencial viajero ya saborea en este cartel el dinamismo de la noche en Times Square, con su estallido de publicidad y la circulación de vehículos en Broadway.

Todas las compañías que llegaban con sus vuelos a la ciudad de los rascacie­los publicaron en algún momento un cartel dedicado a la misma, siempre bara­jando iguales tópicos pero siempre renovando y reinventando la manera gráfica de plasmarlos. Es el caso del español Alberto Moreno, autor a mediados de los años sesenta de una serie de carteles, algunos basados en el dibujo pero otros, como el destinado a anunciar los vuelos de Iberia a Milán, ejecutados mediante procedimientos fotográficos. El cartel neoyorquino de Moreno, de 1966, construye las letras de la palabra New York como si se tratara de rascacielos, estirándolas desmesuradamente, sembrándolas de ventanas iluminadas e in­cluso, en el caso de la Y, culminándola en una antena. Más estático que el de David Klein, el cartel español sabe también transmitir la idea de la ciudad ame­ricana y su diseño recuerda de algún modo ciertos títulos de crédito de películas coetáneas.

El cartelismo de aviación de la época clásica, desde principios del siglo xx hasta su lenta desaparición en las últimas décadas y su sustitución por los anuncios televisivos, ha dado a la historia del diseño un gran número de buenas imágenes

El mismo diseñador, en otro cartel de la misma serie para la aerolínea espa­ñola Iberia, dedicado a la ciudad de París y fechado también en 1966, usa con acierto aquel recurso, ya comentado, consistente en retratar una ciudad simbo­lizada en uno de sus tópicos más reconocibles. En este caso, los artistas en su buhardilla, con boina o con bufanda, nos recuerdan que París todavía era en aquellos años un indiscutible centro mundial del arte. La tela en su caballete cumple la función de llevar escrito el nombre de la ciudad, y la cristalera que se abre al fondo da pie a una idea feliz, gráfica y conceptual: a través de la ventana los bohemios ven pasar un avión que queda de este modo integrado en la composición.

VUELE CON NOSOTROS

El cartelismo de aviación de la época clásica, desde los primeros balbuceos a principios del siglo xx hasta su lenta desaparición en las últimas décadas y su sustitución por la publicidad contemporánea centrada en anuncios televisivos, ha dado a la historia del diseño un gran número de imágenes. Aunque desgraciadamente hoy son poco conocidas, muchas de ellas son obra de magníficos creadores: artistas, diseñadores, fotógrafos… Durante buena parte del siglo estos iconos tuvie­ron la capacidad de dar a conocer lugares remotos y hacerlos deseables a un gran número de ciudadanos pero, especialmente, les inculcaron la idea de que el avión era el medio de transporte idóneo para sus desplazamientos. ¡Feliz viaje!

 


El cartel destacado en la sección general de ‘Conocimiento’ para anunciar este reportaje es ‘Swissair South America’ (1961), de Nikolaus Schwabe.

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