
La conquista del espacio, un asunto de visionarios
Por Gonzalo Iguain
Más de seis décadas de carrera espacial dan para mucho, desde el primer satélite espacial ruso o el primer ser vivo en alcanzar el espacio, hasta la llegada del hombre a la Luna. Una batalla que durante mucho tiempo disputaron soviéticos y estadounidenses y que acabó en una fructífera cooperación internacional. Ahora, el nuevo reto está en la rentabilidad que puede proporcionar un sector al que se han sumado visionarios y millonarios que ya sueñan con desarrollar un nuevo modelo de negocio: el turismo espacial.
Hubo un tiempo en que la batalla por ser el primer país en plantar su bandera en la Luna resultaba ser de vital importancia para reclamar la superioridad ideológica dentro de la lucha política que se desarrollaba en la Tierra. La Unión Soviética despertó la admiración científica y popular cuando lanzó con éxito en 1957 el ‘Sputnik’, que en ruso significa nada más y menos que ‘satélite’. Fue el primer satélite artificial y no es necesario subrayar lo que estos ingenios han significado para el desarrollo de la ciencia y su aplicación en miles de quehaceres de nuestra vida. Aquella bola con antenas semejantes a tentáculos fue capaz de enviar señales en una órbita terrestre a cerca de 1.000 kilómetros de distancia. Toda una proeza, adelantándose además al proyecto satelital estadounidenses, llamado Vanguard.
Menos de dos meses después, el poder soviético, estandarte del comunismo, conseguía colocar también en órbita el ‘Sputnik 2’, en el que viajaba la perra Laika, marcando otro hito: el primer viaje espacial de un ser vivo, consiguiendo el saber científico los primeros datos sobre el comportamiento biológico en un medio tan abiertamente hostil para el hombre, como es el espacio.
La Unión Soviética, que se había liberado de la crueldad del yugo impuesto por Stalin, vivía un tiempo de vino y rosas con estas hazañas, superando claramente a Estados Unidos, que entonces ya pastoreaba el Capitalismo. Cuatro años más tarde, en abril de 1961, el cosmonauta ruso Yuri Gagarin era lanzado al espacio exterior en la nave Vostok, convirtiéndose en el primer ser humano en viajar por el Cosmos, aunque fuera simplemente dando una órbita a la Tierra, y comiendo frugalmente para ver cómo se comportaba el cuerpo humano en la ingravidez.
Para hacerse una idea de lo cerrada y prieta que era la batalla espacial basta decir que pocos meses después de los éxitos de los sputniks soviéticos, los estadounidenses colocaron en órbita su primer satélite artificial, el Exporer, apenas tres meses después, en enero de 1958.
Pocos meses después de los éxitos de los sputniks soviéticos, los estadounidenses colocaron en órbita su primer satélite artificial
El estratosférico éxito del viaje espacial de Gagarin, obligó asimismo a una rápida réplica de Washington, lanzando al espacio al astronauta (los soviéticos son cosmonautas y a los estadounidenses les llaman astronautas) Alan Shepard, con la diferencia de que éste en su nave solo alcanzó la mitad de altura que la de Gagarin y mientras el ruso estuvo casi dos horas fuera de la Tierras, el americano apenas orbitó durante 15 minutos.
El hecho de que los estadounidenses fueran de segundones y además con peores registros, no hacía sino envalentonar a los líderes soviéticos.
Las mofas de Nikita Kruschef escocían en la Casa Oval. El temor que sacudió a las élites estadounidenses de que la Unión Soviética encabezase el liderazgo tecnológico y la consiguiente amenaza para su seguridad nacional, con el desarrollo de cohetes fiables y con capacidad para transportar mucho peso, obligó a intervenir al presidente Eishenhower, él mismo militar general, y crear la NASA, que absorbería todos los laboratorios e institutos tecnológicos a nivel federal, convirtiéndola en la institución que debería retar al dominio soviético.
Sin embargo, tuvo que ser su sucesor, John Fitzgerald Kennedy, un visionario, quien impulsara decididamente a la NASA peleando en el Legislativo por los recursos económicos que necesitaba para ganar la carrera espacial a los soviéticos y con ello la batalla ideológica.
Es realista suponer que si Moscú hubiera podido celebrar que un cosmonauta soviético fuera el primer ser humano en pisar la luna, la Unión Soviética no sólo no se habría desintegrado sino que también el sistema comunista habría gozado de mayor poder y querencia en el llamado mundo libre.
Kennedy, un visionario, fue quien impulsó decididamente a la NASA peleando en el Legislativo por los recursos económicos que necesitaba para ganar la carrera espacial a los soviéticos y con ello la batalla ideológica
El instinto visionario del que iba sobrado Kennedy y la voluntad cósmica de salir fuera, en un principio de la cueva, luego buscando los confines de la Tierra y ahora al espacio sideral, han sido y son los motores primigenios de la carrera espacial. No diríamos ninguna barbaridad si señaláramos a Konstantin Tsiolkovski como el científico iluminado y utópico que adelantó a los soviéticos en el sueño humano de navegar en el Cosmos.

Tsiolkovsky, padre de la astronaútica.
Las claves de la propulsión
Todos los astronautas y los hay naturales de muchos países, saben que sin los principios que elaboró Tsiolkovski, nada menos que en la última década del siglo pasado, los cohetes no podrían alcanzar el espacio, no existirían. Sus formulaciones siguen siendo básicas para la propulsión de un cohete, y ya en la segunda edición de su escrito ‘Exploración del Universo con Máquinas a Reacción’, publicada en 1914 añadió un control giroscópico y un sistema de estabilización, además de proponer hidrocarburantes.
Imaginó incluso un motor atómico con desintegración del radio y fue el primero en proponer cohetes con diferentes cuerpos para orbitar la Tierra. Tsiolkvski es el padre de la astronaútica. Este gigante sobre cuyos hombros han caminado el resto de científicos del sector espacial soñó con la conquista del Espacio y alentó a la utopía con la siguiente frase: ‘La Tierra es la cuna de la humanidad, pero no se puede vivir en una cuna para siempre’.
Tsiolkvski es el padre de la astronaútica, un gigante sobre cuyos hombros han caminado el resto de científicos del sector espacial
Este aliento permitió a la Unión Soviética alcanzar los hitos de los sputniks, la nave espacial habitada, la primera mujer cosmonauta, Valentina Tereshkova, que pilotó una nave Voskov en 1963, el primer paseo espacial de Alekséi Leónov además de otros posteriores como la durabilidad de la estación espacial Mir y el récord de estancia en el Espacio que tiene Valeri Poliakov, con 14 meses consecutivos y un total de 22 meses. Todos ellos conseguidos también gracias al arrojo, audacia, valentía e incluso la temeridad, características también propias de la astronáutica.
Apolos de leyenda
Antes de que se desintegrase la Unión Soviética tras la caída del muro de Berlín en 1989 la carrera espacial entre Moscú y Washington, tal como se había establecido ya había terminado con el éxito del programa Apolo, incluido el primer alunizaje humano en 1969 de Neil Armstrong en el Mar de la Tranquilidad, donde se clavó la bandera estadounidense, ocurrido con la histórica misión del Apolo 11. Todas las misiones siguientes fueron exitosas en su viaje a la Luna, hasta la número 17, excepto la número 13.
Sin embargo, el viaje de regreso a la Tierra de la tripulación del Apolo 13, con la propulsión del módulo lunar, que mantuvo en vilo a todo el mundo, puede considerarse como un hito en la historia de la navegación espacial.

Lanzamiento del Falcon 9.
Soviéticos y estadounidenses supieron perder y ganar respectivamente sellando un proyecto de cooperación en la misión Apolo-Soyuz, por la que astronautas de una nave y cosmonautas de otra acoplaron las dos en órbita en 1975, un extraordinario triunfo de la ingeniería que abriría el camino a la constitución de estaciones espaciales modulares, ingenios con capacidad de ser habitadas por equipos humanos y turistas espaciales.
Soviéticos y estadounidenses supieron perder y ganar respectivamente sellando un proyecto de cooperación en la misión Apolo-Soyuz
Un hecho histórico curioso es que cuando desapareció la Unión Soviética estaba en órbita espacial la estación Mir, la primera en ser habitada permanentemente y que pasó a ser de propiedad rusa cuando dejó de existir la URSS. El primer módulo de la Mir fue lanzado en 1986 y en otra maravilla de la ingeniería fue integrando otros módulos hasta que fue destruida por su incapacidad ya para albergar a seres humanos con seguridad en 2001.
Cooperación Mundial
Le sustituiría, ya en pleno desarrollo de la cooperación mundial para investigar en y el Cosmos la Estación Espacial Internacional, que se ha ido construyendo con diferentes módulos y brazos a través de los años, en diversos lanzamientos, con tecnología rusa, estadounidense, canadiense y europea. Esta maravilla se ha convertido en un centro de investigación en el espacio y ha propiciado en buena medida el desarrollo comercial del sector espacial, más allá del que corresponde a la construcción de satélites y lanzamiento de éstos.

La nave Soyuz y la nave Apollo se acoplan.
La Estación Espacial Internacional ha sido además el destino de gran parte de los viajes tripulados de otro ingenio, el transbordador espacial desarrollado por la NASA y que era en parte reutilizable, un hecho que abarataba sustancialmente los viajes y cuyo testigo ha sido tomado por dos visionarios milmillonarios: Ellon Musk, gran impulsor también del coche eléctrico con su modelo Tesla, en el SpaceX y Jeff Bezos, dueño y señor del comercio electrónico, con Amazon, y dispuesto a competir con Musk en los negocios que el Espacio brinda, con su empresa Blue Origin, también utilizando cohetes reutilizables.
Dos visionarios milmillonarios: Ellon Musk, gran impulsor del coche eléctrico con su modelo Tesla, y Jeff Bezos, dueño y señor del comercio electrónico con Amazon, han tomado el testigo de la carrera y los negocios que el Espacio brinda
Los diferentes modelos que desarrolló la NASA de su transbordador espacial, siempre tripulados y parcialmente reutilizables, realizaron 135 misiones entre 1981 y 2011 han sido probablemente las naves espaciales que más han popularizado los temas espaciales. Se lanzaban verticalmente, aunque tuvieran más apariencia de avión que de cohete, ya que la nave se montaba sobre cohetes reutilizables y un enorme tanque de combustible. Tras realizar su misión en el espacio conseguía aterrizar en pista como los aviones.
Aficionados y curiosos puede ver cuatro de estas maravillas, el Atlantis, Discovery, Endeavour y Enterprise, en diversos museos y centros espaciales situados en los estados de Florida, Virginia, California y Nueva York. Desgraciadamente, en la retina de muchos ha quedado la tragedia de la explosión del Challenger, apenas un minuto después de despegar con 7 astronautas a bordo en 1986 y del Columbia, que se desintegró al entrar en la atmósfera en febrero de 2003, también con 7 tripulantes.
Estas naves serán siempre recordada, más allá de por estas dos tragedias, por haber sido las que colocaron en órbita por vez primera una sonda de exploración del Cosmos, la Magallanes, y el primer telescopio óptico que viaja por el espacio, el maravilloso Hubble, que ha cumplido 30 años y nos ha enviado imágenes asombrosas inimaginables del nacimiento de estrellas y nebulosas a millones de kilómetros.
Un sector que amplía fronteras
El espacio es ahora mismo un sector muy lucrativo. Hace tiempo que las razones que nos movieron en busca del Cosmos tuvieron un propósito militar, de poder político o científico, en algunos casos, gloria o prestigio. Ahora, más allá de motivaciones que siempre han existido y existirán de orden filosófico y utópico que conllevan el sueño del hombre, también existen las de rentabilidad. De la exploración espacial se han aprovechado la telefonía, las telecomunicaciones en el sentido más amplio, la geolocalización que nos sirve también para evitar la extensión de epidemias. En cualquier campo científico y tecnológico es fácil encontrar un enlace con lo espacial.

Transbordador Columbia antes de desintegrarse.
Así resulta comprensible que en las nuevas batallas en la industria espacial figuren multimillonarios, como Bezzos, Musk o el dueño de Virgin, el británico Richard Branson ya con muchas reservas para sus viajes espaciales suborbitales y orbitales, quienes a su dinero y su capacidad para conseguir socios, también plutócratas, suman el necesario instinto utópico, absolutamente necesario en el sector espacial.
De la exploración espacial se han aprovechado la telefonía, las telecomunicaciones y la geolocalización que nos sirve también para evitar la extensión de epidemias
SpaceX, la compañía de Musk, ya ha roto los precios de los lanzamientos comerciales, un negocio dominado actualmente por la rusa Soyuz y la europea Ariane. La rusa tenía hasta ahora casi el monopolio de los envíos de astronautas y material a la Estación Espacial, tras abandonar la NASA en 2011 los transbordadores. Musk y Bezzos están aprovechando las enormes subvenciones del Pentágono y de su tecnología de cohetes reutilizables.
La NASA adjudicó el pasado mes de abril contratos a Blue Origin (579 millones de dólares), la empresa del dueño de Amazon, y SpaceX (135 millones), la de Musk, para construir naves espaciales capaces de llevar de nuevo a seres humanos a la Luna en 2024, donde se quiere instalar una base permanente. Esta es una primera fase del proyecto y a partir de 2021, la NASA tomará nuevas decisiones, pero el descubrimiento de hielo en cráteres del Polo Sur de la Luna ha despertado el sueño de crear vida allí.
A por el turismo espacial
La NASA también ha reconocido que hay negociaciones para que Tom Cruise ruede una película en la Estación Espacial Internacional, lo que sin duda daría un espaldarazo al turismo espacial, uno de los negocios multimillonarios en el que confían especialmente Branson y Musk.
El negocio de los diferentes subsectores espaciales, satélites, minería, turismo, investigación, telecomunicaciones y otros, se estima que puede superar el billón de dólares en un par de décadas. Confiemos en que el conjunto de la humanidad se beneficie también de su desarrollo, que al menos será climáticamente sostenible.
El último hito
El último peldaño de la escalada espacial se alcanzó el pasado 30 de mayo de 2020 cuando los astronautas Robert Behnken y Douglas Hurley fueron lanzados al espacio en la nave espacial Dragon de SpaceX, en la llamada misión Demo-2 de la NASA. Es la primera vez que una compañía espacial privada lanza una tripulación al espacio.
La propaganda estadounidense, propulsada por los medios de comunicación occidentales, ha convertido en un hito de la astronáutica el viaje de estos dos astronautas con vestuario fashion a la Estación Espacial Internacional. Un lanzamiento que se realizó, precisamente, desde el mismo lugar que lo hizo el Apolo XI.
Sin embargo, tal hito es sobre todo un gran logro comercial, ya que hasta ahora el monopolio de llevar astronautas a la EEI era ruso, a un precio de 80 millones por pasajero.
Musk asegura haber rebajado ese coste en casi un 30% y cuenta con una nave que podría albergar a tres turistas multimillonarios, además de los astronautas. Pero el nuevo gran rival estadounidense puede ser China, que se ha comprometido en su poderoso plan espacial a ensamblar una Estación Espacial en menos de cuatro años para lo cual prepara un buen número de lanzamientos preparatorios; el siguiente paso sería la comercialización por parte de los chinos de esa próxima Estación.

La nave Crew Dragon de SpaceX.