18 noviembre, 2015

La carrera por el turismo espacial calienta motores

Gonzalo Iguain
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Los avances tecnológicos, la infinita curiosidad humana y la entrada del capital privado en el negocio espacial, han abierto las puertas a un nuevo tipo de negocio que está a punto de llegar: el turismo espacial. Empresas como Virgin Galactic, XCor, Blue Origin, Space X o la rusa RKK Energia, han entrado ya en esa carrera visionaria para poner en órbita a los turistas del futuro.

 

Desde que Yuri Gagarin ‘debutara’ en el cosmos en el año 1961 gracias a la inteligencia soviética, casi todas las personas que han salido de la atmósfera terrestre han sido profesionales -astronautas-, y no muchos -menos de 600- son los que han tenido el privilegio de observar al detalle la curvatura del planeta. Si la carrera espacial fue el resultado de la guerra fría, la nueva que se avecina estará condicionada por el desarrollo del turismo espacial. Es una nueva carrera en la que la iniciativa privada juega un papel fundamental y donde sus principales protagonistas son ‘aficionados’ con determinadas características en común, básicamente una abultada cartera que les permitirá acceder a ese privilegio.

Los avances tecnológicos, la madurez del sector espacial que ha logrado avanzar en el conocimiento médico de los efectos de ingravidez sobre el organismo, el aumento del número de multimillonarios, especialmente de jóvenes, y la búsqueda de experiencias casi únicas, ha hecho del todavía no nacido turismo espacial un fenómeno emergente. En este artículo nos centraremos en la verdadera carrera por conseguir posicionarse en este segmento, ya que hasta ahora sólo ha habido un pequeño grupo de personas que han viajado a la Estación Espacial Internacional previo pago. 

El pionero, Dennis Tito, pagó 20 millones de dólares a Space Adventures y a la Agencia Espacial Rusa para que le entrenasen y convenciesen además a sus socios estadounidenses, la NASA, a que autorizara el viaje en la Soyuz. Los americanos se negaban a darle entrada en la Estación, a pesar de que Tito había sido un ingeniero de la agencia estadounidense. A Dennis Tito le han seguido un puñado de afortunados, casi todos ellos con un barniz científico y también embarcados por Space Adventures.

Cohete Falcon llevando al espacio a la nave New Shepard

Cohete Falcon llevando al espacio a la nave New Shepard.

El mediático Virgin Galactic

El interés por esta industria turística, aunque todavía no hay turistas más allá de la lista de espera, es creciente. A pesar de los fracasos técnicos que han ido surgiendo, darse un paseo por el espacio se ve ya como algo plausible debido, en gran medida, a la presencia de ultrarricos emprendedores. El proyecto más mediático y el que estaba más avanzado es el de Virgin Galactic, la sociedad de Richard Branson, el magnate británico que conoce bien la aeronáutica desde que creara hace más de 30 años su aerolínea Virgin. El proyecto de Branson, cofundado con un portento de la ingeniería, Burt Rutan, nació hace 10 años, y consta de dos ingenios, uno que sirve de transportador, el WiteKnightTwo, y la nave espacial, el SpaceShipTwo, que debe viajar a una altura superior a los 100 kilómetros. La nave cuenta con dos pilotos y seis plazas más para quienes puedan pagar los 250.000 dólares por adelantado que cuesta el futuro viaje, en el que no hay estancia en ningún sitio, simplemente se sube y se baja.

Aunque el proyecto está muy avanzado en su desarrollo, sufrió un gran impacto tras el accidente ocurrido el 31 de octubre de 2014 durante su cuarto vuelo en pruebas. Tras haber sido ascendida la nave por el avión madre, y una vez encendido el cohete que propulsa el SpaceShipTwo, éste no pudo ser controlado y se precipitó en el desierto californiano de Mojave, falleciendo uno de los pilotos y quedando gravemente herido el otro. Este accidente, ocurrido por un fallo humano del copiloto que inició antes de tiempo el arranque, según el informe publicado en julio de 2015 por la National Transportation Safety Board, ha retrasado los optimistas planes de vuelo previstos para este año a una fecha sin concretar, pero mucho más tardía. El problema fundamental para obtener ahora los permisos es que hay que idear mecanismos que corrijan los errores de pilotaje. 

Para continuar con el proyecto y hacer viable el negocio, Branson ha decidido entrar en el boyante negocio de poner en órbita pequeños satélites de menos de 500 kilogramos

Este retraso ha originado problemas de financiación a Virgin Galactic, que ya contaba con 750 ‘futuros astronautas’ inscritos, una denominación que vende mejor el paquete de colocar a una persona en el espacio para que pueda observar a vista de pájaro el planeta azul. Entre esas 750 personas, se comenta -probablemente en una estrategia de marketing-, podría haber actores famosos como Angelina Jolie y Kate Winslet, e incluso científicos como Stephen Hawking, quien siempre ha manifestado su deseo de viajar al espacio.

Tras el accidente ocurrido hace algo más de un año, se dieron de baja 50 aspirantes, no demasiados. Para continuar con el proyecto y hacer viable el negocio, del que se hablaba que podría conseguir fácilmente cerca de 1.000 millones en una salida a Bolsa si estrenase con éxito el viaje turístico, Branson ha decidido entrar en el boyante negocio de poner en órbita pequeños satélites de menos de 500 kilogramos. Esta industria ha multiplicado sus ingresos por seis en cinco años y sólo en el primer semestre de 2015 ha facturado casi 1.200 millones en 21 operaciones. Virgin Galactic ha conseguido llevarse una pequeña parte del contrato del lanzamiento de 900 satélites del programa OneWeb, que permitirá cobertura mundial de internet. El lanzador principal será Arianespace. 

Aunque Virgin asegura que su tecnología, parte de la cual se utiliza en el programa turístico, le permite competir en precio, algunos analistas consideran que no podrá hacer frente a las lanzaderas de grandes satélites que llevan peso libre adicional para pequeños artefactos. En todo caso, el precio que ofrece Virgin es la quinta parte del de Pegasus, que opera para la NASA y es el líder de este mercado.

El Virgin Galactic SpaceShip2

El Virgin Galactic SpaceShip2.

Nuevos competidores

Pese a todo, Branson se ha comprometido a continuar con la idea y ha hecho la promesa de viajar el mismo en el primer vuelo. Sin embargo, el descalabro de Virgin ha puesto el foco en otros aspirantes de esta carrera en la que participa el capital riesgo, multimillonarios y algunas empresas privadas que aspiran a conseguir tecnología por esta vía. El Lynx de XCor y el New Shepard de Blue Origin, podrían sorprender a Branson a poco que se descuide. 

La empresa XCor, fundada por ingenieros aeroespaciales de reconocido prestigio, apoyados por el capital riesgo, ha conseguido en 2015 en su última ronda de financiación, el apoyo de capital chino con Haiyin Capital. La empresa ofrece una buena carta de presentación, ya que a comienzos de este siglo construyó el primer  avión con propulsión de cohete, el EZ Rocket. Cuenta por consiguiente con tecnología y dinero suficiente, aunque lleva un retraso considerable sobre los planes previstos en principio. Su nave para explotar los vuelos privados es Lynx en la que el tanque de combustible y el motor ocupan la mayoría del espacio, dejando solamente espacio para un piloto y un pasajero. Cuenta con dos ventajas: es reutilizable y en pocos meses puede hacer las primeras pruebas.

Otro aspecto del que puede presumir Lynx sobre la nave de Branson es que el coste del pasaje será mucho más barato, en torno a los 90.000 dólares. No cabe duda que este precio por un vuelo de media hora, amplía la horquilla de posibles turistas espaciales. El carácter de su motor reutilizable le permitiría operar hasta cuatro vuelos suborbitales diarios a 100 kilómetros de distancia. XCor ya ha construido 13 motores y los ha arrancado 4.000 veces, por lo que su fiabilidad está verificada.

El otro gran competidor es Blue Origin, fundada por el dueño de Amazon, Jeff Bezos, con el objetivo de que “cualquiera pueda viajar al espacio”. En este caso, el viaje se realizará en el New Shepard, también con cápsula reutilizable y un diseño de lanzamiento vertical mediante cohete y regreso en la nave con paracaídas. Se trata de un viaje de menos de un cuarto de hora: subir, ver y volver, pero que supone una experiencia espacial completa. Bezos ha decidido instalar el cuartel general de su negocio espacial en Florida, un estado con tradición en el sector, y espera poder inaugurar los vueles a finales de esta década. 

El otro gran competidor es Blue Origin, fundada por el dueño de Amazon, Jeff Bezos, con el objetivo de que “cualquiera pueda viajar al espacio”

En los planes de Bezos, consciente de que su vuelo es extremadamente corto, ha introducido un modelo de preinscripción por el cual si se compra un viaje de los cortos suborbitales, la compañía ofrecerá las primeras plazas de los que más adelante realice a nivel orbital. En éstos, la nave permitirá a los turistas espaciales embarcarse en un viaje de varios días de duración. También en este escenario de continuidad, Blue Origin apunta que organizará viajes para científicos que quieran experimentar en el espacio.

Bezos, con sentido patriótico, está desarrollando un motor plenamente estadounidense, el BE-4 que será el que equipe la lanzadera. El BE-4 es la única alternativa estadounidense al motor ruso, RD-180, y se espera que esté listo en dos años. El modelo de Bezos es único ya que pretende que el concepto de plataforma sea válido para todo tipo de viajes, desde suborbitales hasta alcanzar Plutón.

Uno de los aspectos en los que coinciden estos proyectos es en la reutilización, algo que ya consiguió Estados Unidos con sus famosos transbordadores (Columbia, Challenger, Discovery...), desarrollados por la NASA en los años setenta. El reto respecto a los modelos de la Agencia Espacial estadounidense es la rentabilidad que deben conseguir los pioneros del turismo espacial, ya que en el caso de los americanos, el coste de reutilización era tan elevado que no hacía rentable su uso. Tampoco fue posible rebajar el tiempo de puesta a punto de cada misión y los ajustes presupuestarios de la NASA obligaron finalmente a cancelar en 2011, con el último vuelo del Endeavour, el programa de transbordadores. 

Lanzamiento de la nave Blue Shepard

Lanzamiento de la nave Blue Shepard.

Fe en el genio emprendedor

El otro genial emprendedor que ha puesto su mira en el espacio es Elon Musk, el sudafricano que hizo su fortuna con el sistema de pago online PayPal, y conocido mundialmente a raíz de hacer realidad el primer coche íntegramente eléctrico, que además es un automóvil bello, el Tesla. Musk es amante de los retos que otras grandes empresas no han podido nunca concluir con éxito, gracias entre otras cosas a la fe ciega que despierta su figura. Empresas repletas de caja, como Google, y algunos multimillonarios con ganas de aventura, le han apoyado en su propósito. Tesla, que hasta ahora no ha hecho más que perder ingentes cantidades de dinero, vale en Bolsa más que General Motors, gracias a esa creencia ciega en Musk. Lo mismo pasa con otra de sus empresas, SolarCity, que ha desarrollado baterías acumuladoras de energía que pueden ser utilizadas en las casas para absorber el sobrante de las placas de energía solar.

Musk fundó hace trece años Space X con la idea de hacer cohetes y naves espaciales completamente reutilizables, abaratar masivamente los viajes espaciales, y por qué no, ir a Marte y establecer bases espaciales permanentes, asentamientos humanos. En la página de la compañía en Flickr, se pueden ver una serie de carteles evocadores de estos sueños delirantes que Musk piensa hacer viables. De momento, el turismo espacial que Space X ofrecería sería tanto vuelos en órbita como a las estaciones espaciales. 

La empresa fue la primera en conseguir que un cohete de una empresa privada, el primero de los Falcon que desarrolló, alcanzara la órbita en 2008, y dos años más tarde fue capaz de lanzar, orbitar y recuperar su nave Dragon. Poco después, en 2012 envió con éxito la Dragon a la Estación Espacial Internacional. Dragon es la única por ahora capaz de traer carga a Tierra. No ha habido año que no haya conseguido hitos impensables desde que fundó la compañía. La empresa ha conseguido ser la favorita de la NASA, que le ha encargado construir las primeras naves espaciales privadas para transportar astronautas a la Estación Espacial Internacional (EEI), y también subir satélites con su cohete Falcon. La aventura de Musk va mucho más allá del turismo espacial, es un negocio espacial en toda su amplitud. Space X, en la que Google y Fidelity han invertido 1.000 millones de dólares en enero de 2015 por algo menos del 10% del capital, confía en colocar en órbita más de 4.000 satélites y eliminar intermediarios, vendiendo el servicio directamente a los clientes.

La seguridad que inspira la empresa y su fundador es tal que a pesar de que la primera prueba del aterrizaje (en plataforma marítima) del cohete Falcon falló, eso no impidió que días después Google pusiera dinero en este proyecto que también permitirá la reutilización del cohete. No es extraño porque la experiencia se puede decir casi que fue un éxito. El enero de 2015, el Falcon 9 lanzó con éxito la nave Dragon con el objetivo de colocarla rumbo a la EEI y recuperar la primera fase del cohete para ser reutilizada, algo que nunca se había conseguido, ni siquiera intentado. La operación de despegue se transmitió por internet a todo el mundo el 9 de enero.

Todo se fue desarrollando perfectamente, la separación de la primera  fase del Falcon 9, la ignición y desanclaje posterior de la segunda fase cuando la nave ya podía navegar sola y desplegar sus paneles solares. Dragon llegaría dos días más tarde a la EEI acoplándose perfectamente y descargando la mercancía. El fallo ocurrió en la prueba del aterrizaje del Falcon 9 mientras en el mar le esperaba una plataforma flotante. El cohete realizó tres encendidos para reducir la velocidad de la caída, mientras a través de GPS se orientaba su posicionamiento y se desplegaban unas alas pequeñas para controlar el descenso. El Falcon cayó estrepitosamente sobre la plataforma y explotó. Posteriormente ha habido otros dos intentos más de conseguirlo sin éxito. En el último, Musk declaró a través de un tuit que el cohete había conseguido el objetivo pero se había destrozado. “El cohete aterrizó en la barcaza (droneship), pero con demasiada violencia para su integridad”, dijo Musk. Algunos ingenieros considera que obtener un aterrizaje lo suficientemente suave como para poder reutilizar el cohete es una misión  casi imposible ya que estamos hablando de controlar el descenso de una pieza con una altura equivalente a 12 pisos. Musk confía en lograrlo dentro de poco.

Space X sufrió la primera explosión de su cohete en un lanzamiento comercial el pasado mes de junio debido al fallo de una pieza. La nave Dragon que llevaba carga a la Estación Espacial sobrevivió a la explosión y mantuvo la comunicación con tierra durante un tiempo, pero finalmente se perdió junto a su carga, ya que no disponía de un software adecuado para cubrir este tipo de situaciones, lo que le hubiera permitido desplegar el paracaídas. Musk ha dicho que en las nuevas versiones de la Dragon se añadirá un software de este tipo. Hasta el accidente del mes de junio, Space X tenía un resultado excelente, con ningún accidente grave en 19 lanzamientos del Falcon 9. A finales de noviembre está programada una nueva misión.

Nave Dragon del Space X

Nave Dragon del Space X.

El interés ruso

La fiebre del turismo espacial ha comenzado a interesar también a los rusos, que hasta que finalice el contrato con la NASA (fin de 2017) tienen el monopolio de enviar personas a la Estación Espacial Internacional con la nave Soyuz. Los rusos tienen muy buenas relaciones con Space Advertures, que es la que, hasta ahora, ha llevado hasta la EEI a los siete astronautas no profesionales desde que en 2001 estrenara los viajes el pionero Dennis Tito, tal como hemos comentado.

La principal compañía espacial rusa, RKK Energia, está decidida a entrar en el negocio y desarrollar una nave nueva, sucesora de la exitosa Soyuz. RKK recuerda en su acrónimo a Sergei Korolev, padre del Sputnik, el primer ingenio satelitar puesto en órbita y a la nave Vostok, la primera con tripulación humana.

La principal compañía espacial rusa, RKK Energia, está decidida a entrar en el negocio y desarrollar una nave nueva, sucesora de la exitosa Soyuz

El actual presidente de la empresa, Vitaly Lopota, nombrado en 2014, confirmó a la agencia moscovita Interfax el pasado mes de junio que RKK tendría capacidad para volar con pasaje comercial alrededor de la Luna a bordo de una Soyuz mejorada en menos de tres años. El socio sería Space Adventures. El presidente de esta empresa, Tom Shelley, ha desvelado que cuentan con contratos firmados por dos turistas, de los que no se han publicado el nombre, para que puedan observar Tierra y Luna a vista de pájaro. El mejorado y adaptado Soyuz estaría pilotado por un cosmonauta ruso y el precio del viaje sería de 150 millones de dólares. La NASA, tras un acuerdo firmado con los rusos, está cobrando la mitad de esa cantidad por cada astronauta profesional extranjero que se envía a la EEI.

En Europa, el grupo Airbus mantiene vivo el proyecto de Spaceplane, iniciado hace ocho años, pero sin voluntad de ser pionero y sin la financiación requerida. La maqueta de la nave se encuentra en el Museo del Aire y el Espacio de París. El avión cohete europeo se ha diseñado para que pueda aterrizar y despegar en aeropuertos y ser cómodo para los pasajeros.

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