La espera no es simplemente un paso del tiempo que hay que atravesar, sino una condición de nuestra existencia. En la espera el tiempo penetra en nuestros cuerpos, somos el tiempo que pasa (La espera. Melodías de duración, Harold Schweizer)
En el otro extremo de la realidad, parece que el paso de las estaciones se ha suspendido y que el parpadeo de nuestros ojos se activa a un ritmo más lento. Quizás sea un buen momento para introducir la pausa en la marcha del progreso y fijar un equilibrio con nuestro entorno. ¿En qué tiempo estamos cuando deja de funcionar el reloj? ¿Y si recuperáramos un tiempo perdido y todo empezara a suceder a un ritmo vital más sosegado, nunca más en la explotación y la velocidad? Podríamos abrir camino a nuevas temporalidades: más pensadas y vividas. Las fotografías que transitan en este apartado señalan una nueva duración que se despliega más introspectiva: atraviesan la espera o, lo que es lo mismo, ocupan la vida. Se interesan por un mundo interior, sin mesura ni medida, por cosas que se han parado un instante. Aquí la temporalidad de lo biográfico alcanza una dimensión ética y estética: como si la experiencia de nuestros días anteriores viniera condicionada por los determinantes económicos y la espera tuviera un coste, esta colección de imágenes es, además, una reivindicación de un tiempo propio no cuantificado. Es un homenaje al relato de las vidas, a la suspensión del reloj, y un reflejo de un estado anímico y mental que oscila entre el olvido de uno mismo y la conciencia de sí. La conciencia de nuestra propia mortalidad. Atravesar la espera es la bienvenida a un tiempo más proporcionado y comprometido, que se mide con la sílaba, con la coma.
Mireia A. Puigventós
Autores