En un mapa lo más difícil de representar y lo más importante es el tiempo. Lo más importante del espacio es el tiempo (El cartógrafo, Juan Mayorga)
En pocas semanas el mundo tal y como lo conocíamos desapareció. Las ciudades perdieron el pulso y en las calles reinó el silencio, un inmenso vacío como consecuencia del estado de alarma anunciado el 14 de marzo de 2020. A partir de entonces, comenzamos a percibir el paso del tiempo de otro modo y a cruzar el umbral de una primavera insólita. El confinamiento en nuestras casas por el covid-19 nos ha dejado imágenes insólitas, en todos los rincones del mundo, de ciudades emblemáticas y lugares comunes de encuentro. Los espacios aquí fotografiados han trascendido su condición de «telón de fondo» para ocupar el único plano de la narración. Albergan el clima de las horas inmóviles, sujetos a la soledad y a un estado de ánimo que reposa en la preocupación y la incertidumbre. Paisajes urbanos pacientes. Que echan de menos. Escenarios congelados, como «naturalezas muertas» que recogen simultáneamente una atmósfera de espera y de alerta, de quietud y de inquietud. Proporcionando el retrato de un tiempo detenido que contiene el aliento para recordar la muerte; no carpe diem, sino memento mori. Son imágenes que hablan de una experiencia colectiva que nos ha obligado a atravesar una temporalidad más profunda e intensa, atada a la vida. Que se mide con las emociones y los sentimientos. Quizás más acorde con la respiración, recordándonos que somos cuerpos adheridos a un tiempo.
Mireia A. Puigventós
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